Vuelvo de
São Paulo y sigo en São
Paulo. Hace ya unos días que regresé
de São Paulo, pero todavía
no he salido de São Paulo. ¿Cómo
es posible? No hay misterio: la novela
que empecé a leer en el viaje de
vuelta, y que terminé ayer, está
ambientada en la misma ciudad. Su lectura
ha estado reforzando y prolongando durante
toda la semana la impresión que
me causó esa metrópoli impresionante,
el mayor laberinto urbano de Brasil, una
aglomeración humana de dimensiones
y densidad incomprensibles, como aquejada
de una elefantiasis que una imaginación
normal nunca habría podido concebir...
¿Se habla español en Brasil?
En mi brevísima estancia en São
Paulo no he tenido más remedio
que hablarlo, pero sólo porque
la reunión en la que he participado
era de ámbito iberoamericano. La
prensa española lleva algún
tiempo informando sobre los avatares parlamentarios
del proyecto de establecer como obligatoria
la enseñanza del español
en los colegios brasileños. Y al
hacerlo a veces con entusiasmo excesivo,
contagiada de la euforia que en torno
a nuestro idioma se ha extendido por España
en los últimos años, tal
vez haya contribuido a que se interprete
mal la situación y a que se magnifiquen
las expectativas. Hasta el punto de que
hace poco leí, en una gacetilla
de no recuerdo qué periódico,
que el español es la segunda lengua
de Brasil.
Esta idea de que en Brasil se habla español
es una de las falsas creencias descritas
por Francisco Moreno sobre la situación
de la lengua de Cervantes en ese país
[1].
¿Cuáles son las restantes?:
Brasil es el paraíso de los profesores
de español (es cierto que Brasil
tiene muchos lugares paradisíacos,
pero su ángel expulsó de
allí a los profesores), el
español es de estudio obligatorio
y, por último, el español
es casi igual que el portugués...
Así
que mientras los recuerdos del viaje,
cuando aún estaba tan cercano,
se iban asentando, experimentaban su primera
decantación, se perfilaban con
mayor nitidez o iba difuminándose
su contorno (sin que eso pueda interpretarse
como signo de su suerte futura en el teatro
impredecible de la memoria), yo seguía
en São Paulo gracias a la lectura
de El puente
roto, la primera, y excelente,
novela de la española Sonia Mollá
[2].
De esa manera,
en un mismo día podía evocar
la hospitalidad y la simpatía de
Alfredo, anfitrión en São
Paulo, y la llana cordialidad de los brasileños,
y también asistir, línea
tras línea, a la angustia del protagonista
del relato, Thales de Menezes, atrapado
en el atasco descomunal que causó
en la ciudad, la madrugada del tres de
junio de 1997, la rotura del puente de
Los Remedios. Acompañaba a Thales
en el lento pero seguro deshilachamiento
de su mansa misantropía,
ayudado por el entrañable Moraes
y por el torbellino de entusiasmo de Marcia,
y sucedía que la lectura se entreveraba
con imágenes, sensaciones y episodios
muy recientes, el fragor insomne del tráfico,
la dulzura insospechada de la piña
abacaxí
y la sorpresa y el agradecimiento renovado
a cada trago de caipirinha
(tan gostosa...: un regalo de los
dioses, como había dicho
Moraes), las reuniones de trabajo y las
conversaciones gratísimas con Ana
María y Mónica, con Jorge
y Mario, con Carlos y Jaime, con Priscila,
Martín, Boris, Ira, Cristina y
Neire...
¿En qué ha quedado la proyectada
obligatoriedad de estudiar español
en los colegios de Brasil? Cuando, minutos
antes de la inauguración de la
Bienal Internacional del Libro de São
Paulo, se lo preguntamos a Emiliano Martínez,
presidente de la Federación de
Gremios de Editores de España y
del grupo editorial Santillana, nos dijo
que al final el asunto se había
resuelto de una forma más razonable:
la de español no será asignatura
obligada, pero todos los centros escolares
deberán ofrecerla como optativa.
Eso en el conjunto del país, porque
en algunos estados y municipios sí
se ha establecido como materia prescriptiva.
En cualquier caso, cabe recordar que
en los últimos años, y al
hilo de ese proceso, altos magistrados
de la lengua y la cultura en España
se apresuraron a interpretar el interés
del Estado brasileño por el español
como un triunfo de nuestro idioma. Pero,
¿puede incluirse sin más
ese hecho entre sus éxitos o conquistas
internacionales? Si se trata de un reconocimiento
de la importancia del español,
¿es del mismo tipo que el acatamiento
del inglés como la lengua del país
más poderoso del planeta (acatamiento
que se sobrelleva o se profesa, valga
la paradoja, tanto en Brasil como en el
resto del mundo no anglohablante)? Yo
creo que no: dejando de lado la simpatía
que puedan sentir los brasileños
hacia lo español, si su gobierno
y su parlamento promueven la enseñanza
de esta lengua, no es sino para que a
Brasil le resulte más fácil
y rápido el camino hacia la posición
hegemónica que, piensan, le corresponde
ocupar en el subcontinente, por razones
demográficas, geográficas
y de potencial económico. Y es
que este país parece haber
entendido que para alcanzar el tan ansiado
objetivo de liderazgo suramericano, no
basta con ser más grande que sus
vecinos. Ha percibido que aprender español
es una necesidad dictada por la nueva
geografía económica
[3].
Lo cual no significa que, de paso, el
interés brasileño por el
español no pueda resultar beneficioso
para muchas empresas de países
hispanos, y también, en otro orden
de cosas, para la consolidación
y la importancia en el mundo de la comunidad
iberoamericana.
Cenas
con editores y libreros. El extenso comedor
al aire libre de A Figueira se cobija
bajo las ramas recias de un enorme árbol
de leyenda, capaz por sí solo de
crear una atmósfera mágica,
muy propicia para la fantasía gastronómica
y la conversación.
Al
restaurante Andrade [4]
nos llevó el inefable Cortez: especialidades
nordestinas y forró, el baile popular
de esa zona (¡¡baile
de gente ordinaria!!, según
mi diccionario de portugués), que
sólo Boris no quiso bailar. Sí
lo hizo, dejando a salvo el honor patrio,
el también uruguayo Jorge, con
quien el día anterior había
descubierto nuestro gusto común
por su compatriota y tocayo Drexler [5].
A Ana María le sorprendió
verme bailar: ¿seguro que yo era
el mismo serio, solitario, un punto
retraído- que había compartido
con ella el congreso de la lengua de Valladolid
[6]?
Mónica fue la que primero salió
a la pista, invitada por uno de los libreros
de la mesa vecina, y pronto lo hizo también
Priscilla, campeona de salsa en Panamá.
Pero ninguna de las dos fue capaz de emular
a la risueña librera-peluquera
local que, al ritmo exacto que marcaban
triángulo y tambor, y sin desperdiciar
un compás, meneaba el rotundo pandero,
haciendo gala de un inverosímil
control muscular, con rapidísimas
sacudidas, precisas y eléctricas.
De nuestro grupo, sólo Carlos se
atrevió a bailar con ella, y aunque
mantuvo el tipo, diríase que le
produjo el efecto de descargarle la pila,
porque ya no andaba como antes... "Tienes
que escribirlo en una de tus crónicas,
me decía Ana María, riendo.
Cenas en Roanne,
con artistas, y en Le Coq Hardy, con enólogos
y enófilos, y el denominador común
de la muy proustiana Zazi Pimenta, miembro
destacado de la meilleure société
paulistaine y musa de los
círculos culturales y del mundo
artístico de la ciudad. Pero
qué distinta la primera de la segunda,
porque en Roanne Thales conoció
a Marcia y en Le Coq Hardy...
Francisco Moreno ha escrito que en nuestro
país existe una falsa imagen
[...] de la realidad del español
en Brasil [7].
Uno de los errores más comunes
consiste en pensar que el español
es casi igual que el portugués.
Por ello, a veces es preferible
que el hispanohablante hable español
y el brasileño portugués
para [...] evitar la impresión
de que se ha entendido lo que no se ha
entendido por creer que se habla una lengua
que no se habla. Está claro.
En cualquier caso, sabido es el riesgo
que entrañan los falsos
amigos entre lenguas cercanas.
Mi profesora de portugués de
esto hace ya casi quince años-
nos contaba la anécdota de una
comida de negocios entre empresarios portugueses
y españoles. Hacia el final, uno
de estos propuso a los lusitanos disfrutar
de un rato de sobremesa, y
se sorprendió al obtener como respuesta
expresiones de sorpresa y hasta muecas
de disgusto: no era para menos ante tan
inusual oferta gastronómica al
final de un almuerzo (rato,
en portugués, significa ratón,
y sobremessa,
postre).
Como consecuencia de la semejanza entre
las dos lenguas, resulta frecuente
encontrar brasileños que se consideran
hablantes de español por el simple
hecho de sentirse dominadores de unos
pocos rasgos fonéticos o unidades
léxicas [8].
Debe de ser algo común entre hablantes
de lenguas próximas: ¿cuántos
españoles hay que no se declaren
perfectamente capaces de hablar y entender
el italiano? Pero existe otra situación
originada por la similitud del español
y el portugués de la que no he
oído hablar a nadie: muchas veces
el lusohablante no aprecia el esfuerzo
que hace el español cuando se dirige
a él en portugués. Le entiende,
sí, pero no piensa que sea porque
el otro le hable en portugués,
sino precisamente por lo parecidas que
son las dos lenguas y por su capacidad
de entender el español.
A finales
del siglo XIX, de la metrópoli
de un imperio, como lo era Londres, se
podía pensar que era el lugar de
la narración por excelencia. La
condensación humana llevada a tales
extremos producía la circunstancia
de que en cada momento coincidiesen miles
de cosas sucediéndoles a miles
de personas: el buscador o el degustador
de historias podían encontrar ahí
su paraíso particular, zambullirse
a placer en ese ambiente de especial efervescencia
narrativa.
De ahí
el optimismo de Mr. Dyson, protagonista
de una novela de Machen, al referirse
a esa ciudad: ante nosotros se desarrolla
el más grande de los espectáculos
que el mundo haya visto nunca: el misterio
de las calles innumerables e interminables,
las extrañas aventuras que deben
surgir de una acumulación tan compleja
de intereses [9].
Pero ¿cómo será la
literatura que intente pescar en el río
narrativo -monstruosamente caudaloso-
de São Paulo? ¿A qué
combinaciones no dará lugar el
azar en una ciudad tan colosal, en la
que, si bien se reduce al mínimo
la probabilidad de un encuentro fortuito
entre dos personas, también se
expone a cada una de ellas a un número
elevadísimo de avatares y vicisitudes?
Mare
historiarum. Eso es la vida, un
mar de historias, y El puente roto es
una una gavilla de esas historias, además
de una muestra sobresaliente de minería
narrativa en el riquísimo filón
de cuentos que debe de ser la megaurbe
paulista. En esa novela hay que degustar
el brillo fresco y limpio de las imágenes,
el tino y la precisión de las observaciones,
el dibujo afinado de los personajes (a
veces sombras... de cuerpo entero, como
Guiomar, atónito pez abisal, que
desde profundidades de miseria sube a
la superficie a base de resignación),
y las palabras, la belleza sola de aneurisma,
con la misma hermosura terrible de úlcera
o cáncer, palabras que a veces
hay que escribir, aunque a nadie le guste
pronunciar...
Español de España y español
de América (una simplificación,
claro); portugués de Portugal y
portugués de Brasil. En los dos
espacios lingüísticos pasa
algo parecido: es cierto que hay diferencias,
sobre todo fonéticas y léxicas,
pero la unidad también es indudable.
Lo que pasa es que, malinterpretando tal
vez las disparidades en palabras de uso
común, los hablantes brasileños
y portugueses piensan erróneamente
que existe una gran divergencia entre
las dos variedades del portugués,
y lo mismo hacen hispanohablantes de las
dos orillas, cuando en realidad el
núcleo léxico de las variedades
del español europeas y latinoamericanas,
así como de las dos variedades
del portugués (el portugués
europeo y el brasileño) es muy
semejante y equivalente. Lo dice
Maria Tereza Camargo Biderman, catedrática
de la Universidade Estadual Paulista [10].
Ahora bien, una diferencia crítica
entre los casos del español y del
portugués la marca la ortografía:
según el lingüista brasilero
Ataliba T. de Castilho, si hablamos
diferente los portugueses y los
brasileños se acusan mutuamente
de falar
com sotaque, hablar con dejo-,
también escribimos un poco diferente.
A pesar de los esfuerzos para su unificación,
Portugal y Brasil no comparten la misma
norma ortográfica [11].
Y aunque a mí siempre me ha parecido
exagerada la consideración de la
ortografía común como baluarte
principal de la unidad del español,
no dejo de reconocerle un peso cierto
en ese asunto.
Lectura y
memoria, recuerdos y páginas: calles,
sabores, rostros, palabras... La semana
pasada, yo había regresado ya de
São Paulo, pero seguía en
São Paulo: viajando en tren al
trabajo, por la mañana, cerraba
los ojos y asistía de nuevo al
espectáculo aturdidor que se ofrecía
a la vista desde la azotea del hotel (una
extensión infinita de rascacielos,
y aquel helicóptero despegando
desde un edificio cercano, contra el telón
de fondo de un inquietante crepúsculo
que desaguaba en cuestión de minutos),
y por la noche, al retomar la novela,
escuchaba con Thales el silabeo
de los dioses de João Gilberto,
la belleza de su voz mate, y me quedaba
dormido recordando unos versos, acunado
por su melodía: A madrugada
ja rompeu,/você vai me abandonar...
|
Notas
[1]
Moreno Fernández, Francisco, El
español en Brasil: logros, dificultades
y falsas creencias, en Revista
de Occidente, n.º 240, abril
de 2001, pp. 82-99.
[2]
Mollá, Sonia, El
puente roto, KRK ediciones, Oviedo,
2001. ISBN 84-95401-66-5. Información
en Internet: http://www.krkediciones.com/elpuenteroto.html,
y una entrevista con la autora en http://www.krkediciones.com/soniamollaelcomercio24022002.html
[3]
Lo dijo Francisco Rubio Figueroa en su
interesantísima comunicación
al II Congreso Internacional de la Lengua
Española (Valladolid, 16-19 de
octubre de 2001), titulada El español
florece en la tierra fértil brasilera.
Disponible en Internet en:http://cvc.cervantes.es/obref/congresos/valladolid/ponencias/unidad_diversidad_del_espanol/5_espanol_y_portugues/rubio_f.htm
[4]
Restaurante Andrade: http://www.restauranteandrade.com.br
[5]
Sobre el español de Jorge Drexler,
puede encontrarse un brevísimo
comentario en Verano del español,
en Cuaderno
de lengua: crónicas personales
del idioma español, n.º
2, 10 de septiembre de 2001. En http://cuadernodelengua.galeon.com/cuaderno2.htm
[6]
Ana María en Valladolid: Diario
de Valladolid, en Cuaderno
de lengua: crónicas personales
del idioma español, n.º
3, 11 de noviembre de 2001. En http://cuadernodelengua.galeon.com/cuaderno3.htm
[7]
Moreno Fernández, Francisco, artículo
citado, pp. 97-98.
[8]
Moreno Fernández, Francisco, El
español en Brasil, en El
español en el mundo: Anuario del
Instituto Cervantes 2000, Plaza
& Janés y Círculo de
Lectores, Barcelona; Instituto Cervantes,
Alcalá de Henares, 2000. ISBN (Plaza
& Janés) 84-01-37688-2, ISBN
(Círculo de Lectores) 84-226-8396-2.
Disponible en Internet en http://cvc.cervantes.es/obref/anuario/anuario_00/moreno/
[9]
Machen, Arthur, Los
tres impostores, Hyspamérica,
Barcelona, 1987, ISBN 84-85471-72-5.
[10]
Biderman, Maria Tereza Camargo, Diversidad
y unidad, en ABC
Cultural, n.º 502, 8 de septiembre
de 2001, p.5. Disponible en Internet en
http://www.abc.es/cultural/dossier/dossier62/fijas/dossier_003.asp
[11]
Castilho, Ataliba T. de, El portugués
americano, en ABC
Cultural, n.º 502, 8 de septiembre
de 2001, p. 7. Disponible en Internet
en http://www.abc.es/cultural/dossier/dossier62/fijas/dossier_005.asp
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