¿Son los
idiomas propiedades cuya titularidad cabe
reconocerle a alguien? Pero... ¿a
quién? ¿Tal vez a las regiones
o las comarcas en que se utilizaron por
primera vez? ¿Y por qué
no a los países con más
hablantes o a aquellos en donde supuestamente
se hablan mejor? ¿La lengua española
tiene dueño, tiene un
dueño?
Sería
difícil determinar cuál
de estas preguntas tiene menos sentido.
A bote pronto respondería uno que
no, que una lengua no tiene propietario
conocido, o que lo son todos sus hablantes.
El problema se complica cuando entran
en juego intereses materiales, cuando
se intenta fundamentar en supuestos títulos
de propiedad sobre un idioma el derecho
a explotarlo económicamente. Como
si sólo pudieran intentar obtener
beneficios de él quienes justificaran
tal aspiración con inequívocas
credenciales de pureza idiomática,
de abolengo lingüístico o,
lo que puede ser peor, de identidad colectiva
relacionada con la forma de hablar...
Pero son argumentos como estos los que,
a principios del verano, en España,
han empleado varias Comunidades Autónomas
para sustentar sus proyectos de aprovechamiento
económico del español. Argumentos
que por una parte podrían considerarse
innecesarios y que por otra parte, llevados
al extremo en un razonamiento lógico,
no producirían sino resultados
perversos y absurdos. Repasemos la secuencia
de hechos y declaraciones.
El 22 de junio, Miguel Ángel Revilla,
presidente de la Comunidad Autónoma
de Cantabria, en la reunión que
mantuvo con el presidente del Gobierno
español, José Luis Rodríguez
Zapatero, obtuvo de éste un compromiso
de "completo apoyo" al proyecto
de creación de una "Universidad
del Castellano" en la antigua Universidad
Pontificia de Comillas. Se trataría
de instalar allí, en la que durante
muchos años fue sede de un gran
seminario jesuita, un centro de enseñanza
del español para extranjeros que
se convirtiera en "referente mundial"
de esta actividad y en un "centro
emblemático" del idioma. Para
ello sería necesario, entre otras
cosas, rehabilitar los tres edificios
de la Universidad -rodeada de verdes prados
en lo alto de una colina, frente al mar-
o al menos el más antiguo, de finales
del siglo XIX. La inversión inicial
del proyecto ascendería, según
los primeros cálculos de Cantabria,
a 120 millones de euros.
Se supo entonces que entre los argumentos
que habían empleado los mandatarios
autonómicos para "venderle"
a Rodríguez Zapatero el plan, justificando
el hecho de que se llevara a cabo en Cantabria,
se encontraba el de que en esta región
fue donde "nació el castellano
hablado", donde "se balbucieron
sus primeras palabras". Dejando de
lado las gastadas y equívocas metáforas
del "nacimiento" de una lengua
o de los "balbuceos" de sus
"primeros" hablantes, mediante
esa justificación histórica
Cantabria venía a marcar la diferencia
con La Rioja y su monasterio de San Millán
de la Cogolla, reconocida "cuna"
del castellano escrito gracias a sus famosas
glosas en temprano romance.
Y, claro, el gobierno autonómico
de La Rioja no tardó en reaccionar:
según su director general de Cultura,
el proyecto Comillas intentaba "desviar
el centro de atención sobre el
origen del idioma castellano", por
lo que podía considerarse "una
aberración" y el "robo
de un referente regional". La prensa
echó más candela a ese fuego
al afirmar que el plan cántabro
constituía una "amenaza"
para "los intereses riojanos"
al estar basado en una de "sus señas
de identidad": Zapatero y Revilla
no se daban cuenta de que tal vez estuvieran
"robando identidad a otra región".
Otras voces se referían al español
como "emblema de la Riojanidad",
y tildaban la iniciativa de Cantabria
de "injerencia oportunista".
Hubo también quien acusó
a las autoridades de Cantabria de plantear
la idea sólo como "excusa
para rehabilitar el magnífico edificio
de la universidad de Comillas", y
no faltaron las interpretaciones en clave
política del apoyo de Rodríguez
Zapatero al gobierno cántabro:
en él está presente el PSOE
gracias a los votos del Partido Regionalista
(el partido de Revilla), mientras que
en La Rioja, en cambio, gobierna el Partido
Popular. Pero lo más interesante
fue el cruce de razonamientos pseudofilológicos
entre gobernantes regionales. Así,
el consejero de Cultura de La Rioja afirmó:
"Cualquiera que quiera beber en la
fuente del español tendrá
que venir al manantial de la lengua española,
que está en San Millán de
la Cogolla". A lo que el presidente
de Cantabria, sin poner en duda que los
primeros manuscritos en castellano se
encuentren en La Rioja, declaró
creer "personalmente" que la
forma hablada de este idioma surgió
en su Comunidad: "Allá por
el setecientos y pico", aseguró
con deliciosa e imprecisa precisión,
"en las montañas de los Picos
de Europa se empezó a hablar castellano"
[1].
Para terminar, el mismo día de
finales de julio en el que Rodríguez
Zapatero, en su ronda de reuniones con
los presidentes autonómicos, recibía
al de La Rioja, Pedro Sanz (quien le pidió
apoyo para un nuevo "Centro de Investigación
de la Lengua Española" en
San Millán de la Cogolla), un alto
mandatario de otra Comunidad, la de Castilla
y León, realizó un anuncio
interesante: se pondría en marcha
un plan, dijo, con el objetivo de potenciar
la imagen de su región "como
lugar idóneo para el aprendizaje
del mejor castellano, a semejanza del
prestigio que gozan en la enseñanza
del inglés las ciudades británicas
de Oxford o Cambridge". Poco después,
desde la prensa vallisoletana se pedía
que la Real Academia Española abandonara
su sede en Madrid para trasladarse a Castilla,
por ostentar esta región -las cursivas
son mías- "la titularidad
de origen del castellano" y hallarse
"por
naturaleza habilitada para guiar
el uso correcto de este idioma" [2].
El español,
condominio de usufructo general (de Mendoza
a Mazatlán, y más allá)
Volvamos ahora a las preguntas del comienzo,
reformuladas a la luz de la historia que
acabamos de relatar. ¿Una lengua
internacional, hablada en más de
veinte países por decenas de millones
de personas, puede decirse que pertenece
más
a las regiones donde se supone que se
utilizó antes
o a los pueblos que se jactan de hablarlo
mejor?
¿Tiene sentido erigir el español
en seña de identidad colectiva?
¿Cabe hablar de "robo"
en cuestiones de lengua? ¿Hay ciudades,
regiones o países hispanohablantes
con más derecho que otros a intentar
sacar partido económico del español?
Si tenemos que plantearnos ahora estas
preguntas, al hilo de lo ocurrido este
verano en España, diría
uno que se debe a que en los últimos
años, y de manera cada vez más
acelerada, ha ido creciendo la conciencia
sobre el valor económico de la
lengua española. Políticos
de diferentes regiones de España
se han ido dando cuenta de que el español
es un recurso económico de primer
orden, situado en el corazón de
muchas actividades que reportan grandes
beneficios, un recurso que sirve, por
ejemplo, para fomentar un tipo de turismo
diferente del que sólo consume
sol y playa... Una materia prima "abundante,
limpia, barata, atractiva para nuestros
vecinos y [que] previsiblemente, tardará
mucho tiempo en agotarse", como escribió
el 19 de julio en El
País el lingüista Juan
Ramón Lodares [3].
Además, en muchos sitios está
cada vez mejor visto todo lo que tiene
que ver con la lengua común, por
lo que los proyectos relacionados con
ella pueden aportarle un buen prestigio
de tipo cultural a la administración
o institución pública que
decida emprenderlos.
Pero aunque el mercado del español
es un mercado en expansión, con
mucho crecimiento por delante, la concurrencia
en él de iniciativas oficiales
-que en principio es positiva y saludable-
quizá no pueda dejar de generar
actitudes y sentimientos de competencia,
en lugar de un más deseable espíritu
de cooperación. Por otra parte,
desde un punto de vista mercadotécnico
resulta comprensible que los políticos
de una región quieran apuntalar
sus proyectos de aprovechamiento económico
de la lengua con argumentos directos,
sencillos y de atractivo contundente,
pero no deberían olvidar que esos
argumentos no son necesarios en realidad
para justificar la puesta en marcha de
tales proyectos ni bastan para impedir
que los políticos de otras regiones
emprendan los suyos propios.
Por decirlo claro: en lo que toca a la
explotación económica de
la lengua española, ¿qué
más da dónde "naciera"?
Y si fuera posible identificar el lugar
con precisión, ¿por qué
sus moradores o sus autoridades actuales
habrían de estar más legitimados
que el resto de los hispanohablantes para
beneficiarse de su potencialidad como
recurso económico? Tampoco los
sitios en que se habla un español
de supuesta mayor calidad cuentan por
ello con más razones para promocionarse
como destinos de turismo lingüístico.
Porque estamos aquí ante uno de
los más extendidos tópicos
en torno a la lengua: el de que en ciertas
ciudades o países es mejor.
Pero si se descartan los lugares comunes
(Valladolid, Bogotá...) y se evitan
los pujos de purismo y casticismo, lo
más sensato es pensar que el mejor
español -como también el
peor- se encuentra... por todas partes:
depende, para empezar, de quién
lo hable o lo escriba (y con quién,
para qué, en que situación...),
y también de la vara de medir que
se elija.
En suma, que no hace falta presumir de
buen castellano, pretenderse cuna del
español o exhibir este idioma como
seña de identidad regional o nacional,
para justificar intereses pecuniarios
o de desarrollo económico basados
en la lengua. Porque en este asunto, aunque
suene contradictorio, no valen las palabras,
es decir, no valen los pavoneos históricos,
las reclamaciones de derechos, la ostentación
de supuestos títulos de propiedad
o de no menos supuestas ejecutorias de
hidalguía lingüística.
Valen sólo los hechos, la voluntad
de actuar -voluntad política, tratándose
de organismos oficiales- y la capacidad
de hacerlo. Como el español, al
igual que el resto de los idiomas, no
está protegido por el Derecho de
Autor, no hay que pedir autorización
a nadie para tratar de utilizarlo con
fines de lucro. Cualquiera puede intentarlo,
incluso quienes no lo tienen como lengua
materna, de modo que no hay nada que objetar
cuando lo hacen empresas o instituciones
de países no hispanohablantes.
Nada que objetar, aunque sí tal
vez que emular, y jugando con la ventaja
de conocer mejor el meollo del negocio.
Por otra parte, ante la polémica
en torno a la lengua surgida este verano
en España, no puede uno dejar de
preguntarse cómo se percibiría,
si se tuviera noticia de ella, en México,
en Argentina, en Colombia, en Chile, en
Cuba... ¿No les parecería
un poco... ridícula? Porque atendiendo
a un criterio demolingüístico,
no cabe duda de que el peso del español
está en América y de que
su valor económico se debe al número
de hispanohablantes americanos. De modo
que lo mejor que pueden hacer las ciudades
o las Comunidades Autónomas españolas
que quieran poner en marcha iniciativas
relacionadas con el español es
incluir en ellas de manera destacada la
dimensión americana del idioma.
Y no olvidarse de la posibilidad de desarrollarlas
mediante la cooperación con otras
regiones y otros países hispanos.
Como han hecho, por ejemplo, el Instituto
Cervantes y la Universidad Nacional Autónoma
de México con la creación
de un certificado panhispánico
del español para estudiantes extranjeros,
presentado en Madrid al principio de este
verano [4].
Porque si hay que pensar en el español
como en una propiedad, la forma que ésta
tendría sería la de un condominio,
la de un patrimonio que pertenece por
igual a todos sus hablantes (pero cuyo
usufructo, como hemos visto, no se puede
negar a quienes no lo son). Así,
la lengua española es tan de Temuco,
en Chile, como de Bucaramanga, en la Colombia
santandereana, o de la capital del Chiriquí
panameño, David; tan de Culebra,
en Venezuela, como de Isla Culebra, en
Puerto Rico, y de la Sierra de la Culebra,
en Zamora, España; tan de Mendoza
como de Manila, Manzanillo, Malabo, Miami,
Mondoñedo, Matagalpa o Mazatlán;
tan de Uruguay como de El Salvador, tan
de la República Dominicana como
de Bolivia, tan de Estados Unidos como
del Perú, tan de...
¡... de Andalucía también,
sí!, aunque este verano un político
catalán haya asegurado, junto con
otra porción de cosas más
o menos graciosas, que Andalucía
"no tiene lengua propia"
[5].
¡No la va a tener! Es el español,
por supuesto, pero no por ser la lengua
natural
de esa región (esto carece de sentido),
sino porque sus habitantes la hablan mayoritariamente,
y por tanto constituye -siguiendo con
la metáfora- una propiedad
suya. Claro que lo que el político
quería decir (y lo expresaba mal)
es que Andalucía no cuenta con
una lengua "distinta de la común
española". Y así venía
a revelar su peculiar concepción
de "lo propio": algo así
como "lo que es mío y de nadie
más" o "lo que es mío
y diferente de lo de los demás".
Sin entrar ahora en el hecho de que el
catalán, respecto a Cataluña,
tampoco encajaría en esa definición,
lo que está claro es que la lengua
española no deja de ser propia
de todos los que la poseen por el hecho
de que la compartan: no por constituir
un patrimonio de muchas personas de pueblos
y países distintos, deja de pertenecerle
a cada uno de ellos. Y por esto mismo,
no tiene sentido que ninguno se arrogue
su posesión exclusiva o preferente
y se sienta con más derecho que
los demás a emplearla, promocionarla
e incluso explotarla como mejor le parezca.
|
Notas
[1]
Las declaraciones citadas proceden de:
- "La Rioja no reacciona por ahora
al 'proyecto Comillas' pese a considerarlo
una amenaza", en larioja.com,
25 de junio de 2004, http://servicios.larioja.com/pg040625/prensa/noticias/Sociedad/200406/25/RIO-SOC-098.html
- "Del Río afirma que 'San
Millán es indiscutible e indiscutido
como cuna de la lengua castellana",
en larioja.com,
25 de junio de 2004, http://servicios.larioja.com/pg040625/actualidad/sociedad/200406/25/castellano.html
- "Las Academias de la Lengua piden
serenidad 'ante la idea peregrina' del
centro del español en Comillas",
en larioja.com,
26 de junio de 2004,
http://servicios.larioja.com/pg040625/actualidad/sociedad/200406/25/castellano.html
- "El presidente de Cantabria afirma
que el proyecto de Comillas 'es imparable'",
en larioja.com,
30 de junio de 2004, http://servicios.larioja.com/pg040630/prensa/noticias/Cultura/200406/30/RIO-CUL-084.html
- "El presidente replica a La Rioja
que el 'proyecto Comillas' es 'irreversible'",
en El
Diario Montañés,
30 de junio de 2004, http://servicios.eldiariomontanes.es/pg040630/prensa/noticias/Cantabria/200406/30/DMO-REG-032.html
- José Lumbreras Pino, "San
Millán y el 'proyecto Comillas'",
en larioja.com,
12 de julio de 2004, http://servicios.larioja.com/pg040712/prensa/noticias/Tribuna/200407/12/RIO-OPI-083.html
- José Lumbreras Pino, "San
Millán y los 'oportunismos foráneos'",
en larioja.com,
14 de julio de 2004, http://servicios.larioja.com/pg040714/prensa/noticias/Tribuna/200407/14/RIO-OPI-088.html
- José Lumbreras Pino, "Vacíos
propicios en San Millán",
en larioja.com,
17 de julio de 2004, http://servicios.larioja.com/pg040717/prensa/noticias/Tribuna/200407/17/RIO-OPI-093.html
- "Rodríguez Zapatero apoya
en La Rioja un centro sobre el español
como el de Comillas", El
Diario Montañés,
28 de julio de 2004,
http://servicios.eldiariomontanes.es/pg040728/prensa/noticias/Portada/200407/28/DMO-ACT-268.html
Otros artículos interesantes sobre
el proyecto y el encontronazo entre Cantabria
y La Rioja por la lengua español:
- Félix Cariñanos, "Comillas
y puntillos", en en larioja.com,
26 de junio de 2004,
http://servicios.larioja.com/pg040626/prensa/noticias/Tribuna/200406/26/RIO-OPI-098.html
- Javier Domenech, "Comillas, comas
y puntos suspensivos", en larioja.com,
7 de julio de 2004, http://servicios.larioja.com/pg040707/prensa/noticias/Tribuna/200407/07/RIO-OPI-128.html
[2]"Rodríguez
Zapatero muestra su 'pleno apoyo' para
la creación de un Centro de Investigación
de la Lengua Española en La Rioja",
en larioja.com,
27 de julio de 2004,
http://servicios.larioja.com/pg040727/actualidad/region/200407/27/lengua.html
Aurelio Alonso Cortés-Concejo,
"Traer la RAE a Castilla", en
El Norte
de Castilla, 31 de julio de 2004
http://servicios.nortecastilla.es/pg040731/prensa/noticias/Articulos_Opinion/200407/31/VAL-OPI-203.html
[3]
Juan Ramón Lodares, "Español,
SA", en El
País, 19 de julio de 2004,
p. 14.
[4]
"El español como segundo idioma
ya tiene un título de referencia:
el Cervantes y la Universidad Autónoma
de México lanzan un certificado
conjunto", en El
País, 27 de junio de 2004,
p. 32.
[5]
El político en cuestión
es Pasqual Maragall. Ver el texto de su
intervención, este verano, en un
curso universitario, titulada por un diario,
con frase extraída del discurso,
"Soplan en los pueblos de España
vientos de cambio". El
País, 8 de agosto de 2004.
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