Miércoles
17 de octubre
Ha sido un día de reencuentros.
En el comedor del hotel, durante el desayuno,
he saludado a Álex Grijelmo, que
desde hace algún tiempo dirige
la división de prensa local, regional
y latinoamericana del grupo PRISA. Me
he quedado con ganas de preguntarle si
está escribiendo algún libro.
Hace ya un año que publicó
su muy recomendable La
seducción de las palabras
[1],
que, por cierto, creo que anda por la
sexta edición, y hace poco se reeditó
también, en versión actualizada
y ampliada, El
estilo del periodista [2],
imprescindible.
A Álex Grijelmo lo conocí
en noviembre de 1998 en Cartagena de Indias,
adonde él había viajado
para impartir un taller de periodismo
en la Fundación para un Nuevo Periodismo
Latinoamericano de Gabriel García
Márquez; yo participaba en el primer
encuentro iberoamericano de responsables
nacionales de bibliotecas públicas,
que habíamos convocado y organizado
desde el Ministerio de Cultura español.
Me acuerdo de una gratísima conversación
durante una cena al aire libre en un restaurante
instalado en las murallas de la ciudad,
con Álex; Milagros del Corral,
de la UNESCO; Jerónimo Martínez,
director de la Biblioteca de Andalucía;
Magdalena Vinent, entonces subdirectora
de bibliotecas del Ministerio y ahora
directora general de CEDRO; y Belén
Martínez, compañera de la
subdirección. Una cena que ha quedado
como uno de los mejores recuerdos de aquel
viaje, tan pródigo en buenos recuerdos.
Justo a la vuelta de Cartagena, me gustó
mucho leer la amenísima Defensa
apasionada del idioma español
[3]
de Álex, que acababa de publicarse.
Ya en el Teatro Calderón, antes
del inicio de la primera ponencia, se
me acerca alguien que a primera vista
no reconozco, pero al que no tardo en
identificar. Su saludo me lo confirma:
es Alberto, un antiguo compañero
de carrera, ahora profesor de lingüística
en una Universidad, especializado en etnografía
de la comunicación y análisis
de la conversación. Quedamos para
cenar.
Charles B. Faulhaber, director de The
Bancroft Library, de la Universidad de
California, presenta la que creo que va
a quedar como una de las ponencias más
atinadas, concretas y positivas de Valladolid,
y además con una corbata que dudo
que vaya a superar ninguna otra corbata
del congreso. Empieza aportando los últimos
datos de los que se dispone sobre la presencia
del español en Internet, en comparación
con la del inglés. Un 45% de usuarios
de la Red (218 millones de personas) la
utilizan en inglés, frente al poco
más del 5% que lo hacen en español,
lo que equivale a 26 millones de internautas
hispanohablantes. A eso se añade
el hecho de que más de dos terceras
partes de las páginas web están
en inglés, y sólo un 2,4%
(treinta veces menos) en español.
Luego manifiesta su escepticismo en relación
con la promoción oficial de la
lengua y recomienda dejar de preocuparse
por su pureza, para concentrar los esfuerzos
públicos en el desarrollo de la
investigación científica
básica y aplicada. Señala
un dato significativo: no hay un solo
hispanohablante en el World Wide Web Consortium,
que es donde en gran medida se planifica
el futuro de Internet. Entre las posibles
acciones, apunta la deseable adhesión
del mundo hispanohablante a la iniciativa
de la Public Library of Science, que se
propone publicar y difundir gratuitamente
en Internet textos cuyos autores deseen
ponerlos a libre disposición de
la comunidad científica; la edición
en español de revistas electrónicas
de calidad, con alcance internacional,
frente a la miríada de publicaciones
universitarias de difusión limitada,
y que publiquen artículos rigurosamente
seleccionados; y un impulso decidido al
patrocinio privado de proyectos e iniciativas
relacionados con la lengua y la cultura.
Por último, Faulhaber destaca
la necesidad de una mayor cooperación
interinstitucional, para la cual dice
echar en falta una mínima estabilidad
en la dirección de instituciones
clave de la cultura española. No
las cita, pero en una consulta posterior
de la versión escrita de su ponencia
veo que alude expresamente al Instituto
Cervantes (cuatro directores en diez años)
y a la Biblioteca Nacional de España
(cinco directores en el mismo período).
Como contraste ofrece el ejemplo de la
Library of Congress, cuyo director lleva
catorce años en el cargo, bajo
tres gobiernos distintos.
La frontera entre el inglés y
el español no es un Río
Bravo lingüístico, termina
Faulhaber. Las fronteras del español
en el siglo XXI son sólo fronteras
de la imaginación, que con imaginación
y trabajo pueden extenderse [4].
Tras su intervención, lo comento
con otros congresistas: Faulhaber ha venido
a decir cuatro verdades con la tranquilidad
de quien llega de fuera, ajeno a cálculos
y conjeturas sobre posibles reacciones,
y se da el gusto de expresar alto y claro
lo que piensa, pero sin una palabra más
alta que otra, sin tono alguno de desafío.
¿La corbata? Colorida y figurativa,
ilustrada con lo que parece la reproducción
de alguna página miniada de un
códice medieval, con dos o tres
hermosas capitulares.
Llega el turno de la presentación,
en sesión plenaria, de los proyectos
de la Real Academia Española, por
parte de su director, Víctor García
de la Concha. ¿Por qué será
tan difícil encontrar a un español
que no hable a gritos? Una vehemencia
mal entendida o la tensión muy
alta, tal vez, junto con la necesidad
de contrarrestar el ruido ambiente, supongo.
Me pasa a mí mismo, que muchas
veces elevo la voz sin necesidad. Así,
el español de España se
distingue de las variedades americanas
del idioma en que se habla decididamente
de manera desaforada, energuménica.
Las excepciones no dejan de llamar la
atención y resultan admirables.
No cabe duda: la actividad de la Academia
durante los últimos años
empieza a dar frutos, y los proyectos
van saliendo adelante. En la nueva versión
de su sitio web
que se estrena con ocasión del
congreso, está la nueva edición
del diccionario, pero también el
Tesoro (todos los diccionarios académicos
desde la creación de esta corporación),
e incluso una primera versión del
diccionario panhispánico de dudas,
fruto de la cooperación de todas
las Academias del español.
En la mesa redonda sobre Internet en
español, Martín Mayorga
aporta unos datos sobre la presencia de
nuestro idioma en la Red distintos de
los que hace un rato ha dado Faulhaber:
un 4,5% de internautas hispanohablantes
y un 5% de las páginas de Internet
en español. Seguro que los que
ofrezca mañana Daniel Pimienta,
en el panel sobre esta misma cuestión,
tampoco coincidirán [5].
En general, los participantes en la mesa
han estado de acuerdo en la necesidad
de que se fomente el acceso a la Red en
los países hispanohablantes como
medio de que crezca el contenido en español
y de que se diversifique y se incremente
su calidad. Para eso, se ha concluido,
será necesario el desarrollo de
infraestructuras y de la formación
específica sobre estas cuestiones.
Millán ha vuelto a señalar
el riesgo cierto de que las herramientas
que harán falta para navegar por
Internet en español vengan de fuera
del dominio hispánico, y ha reclamado
una mayor coordinación de las iniciativas
públicas y privadas que intentan
promover la presencia de este idioma en
la Red. Varsavsky ha estado bien, sencillo,
directo y desmitificador: la Internet
en español va bien, el problema
es que los países hispanohablantes
son pobres. Por el contrario, Pedreño,
consejero delegado del portal Universia,
ha afirmado que si Internet, en general,
está en pañales, en español
ni siquiera ha nacido, y ha rechazado
que se tilde su postura de pesimista:
en este asunto hay que ser exigente.
Durante las sesiones, se han seguido
alternando en las enormes pantallas del
escenario las imágenes de vídeos
de la Real Academia, las de la exposición
tecnológica sobre el español
que se exhibe en otra planta del teatro
y, sobre todo, las de los congresistas,
en planos fijos o móviles, generales
o de detalle. Así no hay quien
se relaje, no se sabe en qué momento
puede enfocarle a uno la cámara
para que todo el público lo vea
bostezando, retrepado en la butaca o cuchicheando
con el vecino.
En la comida, la argentina Ana María
Cabanellas, presidenta del Grupo Interamericano
de Editores, ha contado una historia de
cuerpo entero, una de esas historias cabales
que pueden pasar por la novela de una
vida. De todo congreso, seminario o jornadas,
vuelve uno siempre al menos con una de
estas historias, que pueden valer por
sí solas tanto como el propio congreso.
La novela de una vida y de las lenguas
con las que se va haciendo y que la acompañan:
del serbocroata y el alemán en
Zagreb, durante la II Guerra Mundial,
al hebreo en Haifa, y por último
el español en una remota provincia
de la Argentina, el español en
el que empezaban a entenderse los emigrantes
de muy diversas procedencias que allí
se iban instalando...
Por la tarde se han desarrollado los
primeros paneles, repartidos entre el
Teatro Calderón y el palacio de
congresos Conde de Ansúrez. En
todos los congresos grandes, al haber
sesiones simultáneas, se pierde
uno a la fuerza alguna que le interesa.
Incluso es frecuente que sea más
lo que uno se pierde que aquello en lo
que puede participar. Pero en este congreso
de Valladolid la proporción de
lo primero respecto a lo segundo es enorme:
esta tarde ha habido diez paneles paralelos,
y mañana habrá doce.
En el panel sobre la edición no
han faltado las referencias al impacto
que tiene la diversidad dialectal de la
lengua española sobre la unidad
del mercado editorial iberoamericano.
Según Ana María Cabanellas,
es usual que los editores que desean exportar
sus libros de gastronomía les añadan
un glosario, para facilitar su comprensión
en otros países hispanohablantes.
También ha traído a colación
el hecho de que algunas editoriales editan
varias traducciones distintas de una misma
obra destinadas a diferentes países,
o una para cada región de América
Latina: Cono Sur, región andina,
Centroamérica y México [6].
La comunicación de José
Manuel Lara, leída por el director
general de Planeta, José Miguel
Abad, habla de la necesidad de publicar
ediciones locales, para hacer frente
a la regionalización de la lengua
[7].
También ha abordado el tema Isabel
de Polanco, del grupo Santillana, al referirse
a la dificultad que tienen algunas obras
de un determinado país hispánico
para ser entendidas y aceptadas en otro
[8].
Pienso que sería interesante conocer
las distintas políticas y prácticas
lingüísticas adoptadas por
los editores para facilitar la circulación
de sus productos por el espacio
común del libro, salvando
las diferencias dialectales de los países
de lengua española.
El panel ha sido denso, muy rico en datos
e ideas, pero excesivamente largo y prolijo:
¡dieciséis comunicaciones
seguidas, durante tres horas y media!,
con un solo descanso de diez minutos.
Los congresistas que vamos saliendo del
Conde Ansúrez, tras una larga e
intensa tarde de paneles, parecemos, con
nuestros escapularios identificativos,
congregantes de alguna orden: de la orden
de la lengua española.
Sin pasar por el hotel, he caminado un
rato por las calles del centro, bajo la
lluvia, antes de buscar el restaurante
donde me había citado con Alberto.
Toda ciudad extraña puede parecernos
un enigma en algún momento, sobre
todo si es de noche y llueve. Yo creo
saber dónde está la clave
del enigma que es para mí esta
ciudad; mañana, jueves, la buscaré.
Paseando, me he acordado de aquel poemita
de Andrés Trapiello, Valladolid
en el corazón: No
te guardo rencor, / Valladolid.
/ A otros
les fue peor [9].
También me ha venido a la cabeza
El buque
fantasma, la novela de Trapiello
ambientada en Valladolid que tan mal trató
la crítica y que a mí me
encantó [10].
En ella contaba el narrador sus peripecias
sentimentales y políticas, en la
lucha antifranquista, durante sus años
universitarios. La ciudad se describía
con mirada desapasionada: Desde
un punto de vista radical, V. era una
ciudad innecesaria. Podría haber
desaparecido del mapa y su falta, estoy
seguro de ello, no se habría notado
hasta pasados cinco o seis años.
El narrador también decía:
Cuando yo me instalé en ella,
a V. no le quedaba siquiera un rincón
que le hiciese olvidar a uno el resto,
aquel monstruo en que la habían
convertido.
Una mirada desapasionada, pero no exenta
de misericordia: No hay ciudad tan
vieja que no conozca unas horas de belleza,
unas campanas lentas, una veleta inesperada
y feliz sobre un sinfín de tejados
o un oscuro pasaje modernista entre negruzcas
casas. No hay ciudad tan cruel que no
se haya tendido alguna vez a nuestro lado
ni ciudad tan ruinosa que una mañana
de domingo no haya creído ser otra
ciudad en otra parte con cielos distintos
y un claro porvenir. Hasta V. tenía
derecho a su modesto sueño.
Después de cenar, Alberto y yo
nos hemos acercado a la casa en la que
vivió Cervantes. Llovía,
y al repiqueteo líquido de las
gotas de lluvia se sumaba el de las fuentecillas
del jardín. El lugar, a esa hora
de la noche, estaba sumido en un silencio
maravilloso, el maravilloso silencio cervantino
que, precisamente, tanto le gusta citar
a Trapiello.
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