A mi tabuco de cronista de la lengua
ha llegado también el ruido de
las bombas. Desde la celda monacal blancas
paredes tapizadas de libros- donde me
encierro a veces para sentirme a salvo
del mundo y sus amos, he oído el
rugido abrumador de la arrogancia (y su
estúpido cacareo), las voces agudas
del odio y la cólera, una barahúnda
insoportable de rabia y dolor. Y me he
preguntado si no es silencio, un poco
de silencio esencial, lo primero que habría
que oponerle a tanta crispación
y mentira.
Hoy queremos que la voz y la palabra
de nuestros pueblos, la lengua de Cervantes,
Neruda y Octavio Paz, leí
en un diario el pasado 6 de marzo, se
convierta en la Lengua de la Paz.
Así decía la carta enviada
por Gabriel García Márquez,
Mario Benedetti, Pedro Almodóvar,
Dario Fo y Joaquín Sabina, entre
otros escritores y artistas, a los presidentes
de México y Chile, Vicente Fox
y Ricardo Lagos. En ella les pedían
que mantuvieran su oposición a
los planes bélicos
contra Irak promovidos por los gobiernos
de Estados Unidos, Reino Unido y España,
y que no cedieran a las presiones que
recibieran para apoyar la vía libre
al uso de la fuerza.
Convertir al español en lengua
de la paz, edificar con él una
plataforma para el entendimiento entre
los pueblos del mundo, ponerlo al servicio
de la concordia universal... Hermosas
aspiraciones, tal vez nacidas de un utopismo
bienintencionado y voluntarista. ¿De
dónde proceden? Es verdad que hay
algo en la propia idea del lenguaje que
nos induce a creerlo especialmente diseñado
para la armonía y la avenencia
entre las personas. Si nos detenemos a
considerarlo, ¿no encontramos en
la lengua, en cualquier lengua, algo así
como una disposición innata para
el acuerdo y la paz? El concepto de entendimiento
se nos antoja entonces inextricablemente
ligado al de la comunicación mediante
el lenguaje; ésta, pensamos, sólo
existe para hacerlo posible a aquél,
su meta y fundamento íntimo.
Estas ideas se tornan más evidentes
cuando las armas han empezado a hablar.
A finales de marzo, con la guerra ya en
curso, un profesor de inglés estadounidense,
Myles Hoenig, le dijo a un periodista:
El lenguaje es un vehículo
de la paz. Fue en el congreso de
Teachers of English to Speakers of Other
Languages, que reunió en Baltimore
a 6.000 profesores y especialistas en
enseñanza del inglés. Cuando
dominas la lengua, especialmente una lengua
distinta de la tuya materna, añadió
Hoenig, tienes más probabilidades
de valorar la tolerancia y la diversidad
étnica y religiosa, y de querer
resolver los problemas mediante el lenguaje,
y no lanzando bombas. Otro congresista,
un canadiense que enseña inglés
en Japón, aseguró que si
más estadounidenses entendieran
el árabe y más iraquíes
supieran inglés, habría
muchos menos conflictos y malentendidos
en Oriente Medio.
Por lo que respecta al español,
en otras ocasiones hemos oído formular
buenos propósitos similares a los
que expresaba la carta a los presidentes
Fox y Lagos. El rey de España es
bastante dado a ellos (el español
es una lengua al servicio de la cooperación
y del entendimiento entre las personas
y los pueblos más diversos,
dijo hace unos meses). En general, es
asunto que da bien en discursos y alocuciones,
como la que Cela repetía en cada
congreso internacional del español:
No usemos la lengua para la guerra,
y menos para la guerra de las lenguas,
sino para la paz, y sobre todo para la
paz entre las lenguas. ¿Pero
qué méritos podría
acreditar el español, entre todos
los idiomas del mundo, para aspirar al
título de lengua de la paz? ¿Acaso
una hoja de servicios intachable a favor
de la concordia, una reconocida trayectoria
pacifista o antibélica? ¿Cuáles
sus cualidades, sus virtudes, su bagaje
para hacerse merecedor de tal reconocimiento?
Las palabras, de todas formas, sirven
tanto para negociar y pactar, para congeniar
o amistar, como para discrepar y malentenderse,
para enfrentarse y hasta para matar. Explica
José Antonio Marina que el perfeccionamiento
del lenguaje lo convirtió en una
herramienta multiuso, que puede ser utilizada
para cualquier cosa: Nacido para
expresar y comunicar, puede hacerse el
gran posibilitador de la mentira [...].
Siendo un medio de unión, puede
cambiar de función y esgrimirse
como arma de desunión. El
beligerante DAnnunzio tenía
razón -¡ay!- cuando escribió:
Un ordine di parole può essere
più micidiale di una formula chimica.
El español, como el resto de las
lenguas del mundo, vale lo mismo para
la paz que para la guerra.
Y sin embargo, qué hermosa la
idea de que los pueblos y los gobiernos
de los países hispanohablantes
se hubieran unido para expresar una misma
oposición a la guerra. Que en español,
de forma unánime, se hubiera afirmado
la misma voluntad de encontrar otro tipo
de soluciones para los problemas, otra
manera de evitar las tiranías o
luchar contra ellas. Que nuestra lengua
hubiera servido sólo para reclamar
un marco legal internacional que ninguna
gran potencia pudiera saltarse por el
mero hecho de serlo y querer demostrarlo
a toda costa, sometiendo al resto del
mundo al dictado de su fuerza... Pero
resulta que esa gran potencia es uno de
los países con mayor número
de hablantes de español. Y resulta
también que entre los escasos apoyos
que ha recibido para su exhibición
de poderío militar ha estado el
del gobierno de otro país hispanohablante,
precisamente el que vio nacer en su suelo
esta lengua en la que tantas voces se
han alzado en contra de la guerra...
Hispanohablantes
en Irak
En el silencio de mi mechinal de cronista
del idioma ha irrumpido el fragor de la
guerra. Ahí fuera, bajo la lluvia,
se esponjan agradecidas las magarzas,
la jara y la avena loca. Las nubes dejan
pasar algún rayo de sol, que entra
por el ventanuco. Levanto la vista de
la pantalla y pienso en José Gutiérrez,
el joven guatemalteco de 22 años
muerto en Um Qasar, una de las primeras
víctimas mortales del ejército
invasor. Hasta la desgracia se cansa,
escribió Séneca, pero hay
vidas, hay historias que parecen empeñadas
en desmentirlo. Huérfano, José
Gutiérrez fue un niño
de la calle de la ciudad de Guatemala,
hasta que a los nueve años lo acogió
una institución benéfica.
En 1997 entró clandestino en Estados
Unidos. Ahora ya tiene la nacionalidad
estadounidense, concedida a título
póstumo como distinción
honorífica.
No es el único caso. De los 320.000
soldados que han participado en la ocupación
del país, unos 60.000 son latinoamericanos
o de ascendencia hispana, muchos de ellos
sin la condición oficial de ciudadanos
de EE.UU. Se alistan precisamente porque
les prometen la nacionalidad, y también
costearles los estudios universitarios.
Los hispanos representan ya el 9% en las
fuerzas armadas de EE.UU., en las que
ocupan los puestos de menor graduación.
Así ha sido en Irak, donde su presencia
en la primera línea de combate
ha superado con mucho, proporcionalmente,
a la que han tenido en los niveles de
mando. De ahí el mayor riesgo que
corren de caer heridos o muertos. Carlos
Montes, portavoz de Latinos against
the War in Iraq, denunció
hace unas semanas que el ejército
realiza campañas de reclutamiento
con falsas promesas entre los chicos de
los barrios humildes de Los Ángeles,
y que luego los utiliza como carne
de cañón.
Mientras la población hispana
de Estados Unidos ha sido la más
reticente del país a apoyar la
guerra, en España algunos han sostenido
que había que estar con Bush para
ganar influencia en esa minoría,
que cada vez tiene más capacidad
de compra y mayor peso político.
Pero muchos de los latinos
estadounidenses andan empeñados
en otra lucha: La única guerra
que estamos librando aquí es la
guerra contra el hambre, dijo hace
poco una tal Guadalupe Gómez, de
72 años, en un barrio pobre de
Los Ángeles. La llamamos
la guerra por el frijol (We
call it the war for the frijol).
Y es que, como bien revelaba su conciudadana
Teresa Franco, el dinero que se
están gastando en la guerra, se
lo están quitando a nuestra economía,
nuestra sanidad y nuestros colegios.
¿Lengua de la paz, la española?
Por lo pronto, a Irak ha llegado de la
mano de un ejército. No creo que
nunca antes haya habido en ese país
tantos hispanohablantes, aunque por desgracia
van armados. Quién se lo iba a
decir, años atrás, a los
cada vez más iraquíes interesados
en aprender nuestra lengua, y que a duras
penas podían satisfacer su deseo.
Quién se lo iba a decir a Hikmet
Alawi, director del departamento de español
de la Universidad de Bagdad, quien hace
unos meses se lamentaba de las dificultades
que tienen los hispanistas de Irak para
mantenerse en contacto con este idioma,
y declaraba: Nos faltan oportunidades
para hablar con personas cuya lengua materna
sea el español.
Al parecer, el departamento universitario
que dirige Alawi se dice que el
mayor de español en Oriente Medio,
con sus 1.200 alumnos- recibe cada año
más de seiscientas solicitudes
de matriculación, de las que sólo
puede aceptar unas ochenta. Los medios
son muy escasos, y por eso la ONG española
Solidarios para el Desarrollo donó
a la Universidad de Bagdad el pasado mes
de octubre una colección de 1.500
libros. Fueron recibidos con entusiasmo,
como maná del cielo
para hacer frente a la precariedad con
la que allí se enseña esta
lengua. Por cierto, que los hispanistas
locales consideraban injusto que hubiera
un Instituto Cervantes en Jordania y faltara
en su país.
Me pregunto cómo será el
encuentro entre un joven bagdadí
estudiante de español en la Universidad
y uno de los soldados latinoamericanos
o de ascendencia hispana del ejército
imperial. El primero, tal vez ávido
de palabras, noticias, contactos, y puede
que extrañado por esa rara oportunidad
de practicar la lengua aprendida; y el
segundo, quizá en vías de
perderla, como el soldado Armando Medina,
hijo de madrileña y mexicano: Como
me paso casi todo el tiempo con mis compañeros,
voy olvidando el español.
En cualquier caso, es posible que la charla
no fuera muy amistosa, a juzgar por lo
que decía a principios de abril
el licenciado en filología española
iraquí Musa Jalïe: Sé
que han muerto muchos americanos. Ojalá
se vayan todos al infierno.
Desde mi tabuco de cronista del idioma,
atestado de libros, cuadernos y carpetas,
se han oído los gritos de guerra,
y no hacía falta esforzarse mucho
para distinguir que algunos de ellos se
proferían en español, una
lengua tan válida para eso como
para el diálogo y el concierto
de pareceres, o para oponerse al ataque
a Irak. No hay en esto blanco o negro.
En español se pueden defender las
ideas más variopintas, a base de
meras palabras, y también pueden
dictarse condenas a prisión para
quienes se empeñan en expresarse
libremente, para quienes con esta lengua
no quieren sino decir y escribir lo que
piensan. Ha ocurrido en Cuba en plena
guerra, tristemente, y no ha sido una
sorpresa.
Después de lo que ha pasado, de
lo que está pasando, sería
ingenuo negar que hay motivos para el
desánimo y el escepticismo, pero
eso no quiere decir que no haya que empeñar
a las lenguas, a todas las lenguas, en
el trabajo por la libertad, la paz y la
justicia. Aunque cuando se produce un
fracaso de la inteligencia humana de tal
magnitud; cuando el cinismo, la prepotencia
y el terror han hecho su obra, tal vez
la primera tentación sea el silencio,
un poco de silencio esencial, no para
dejarle el campo libre a la destrucción
y la mentira, sino por pura higiene, y
para volver a armarse... de palabras y
buenas razones*.
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Nota
* Las informaciones citadas en
este artículo se han tomado de
estas fuentes (en orden de mención):
. Aznárez, Juan Jesús,
Premios Nobel, escritores y artistas
piden a México y Chile que no cedan
ante EE. UU.. En El
País, 7 de marzo de 2003.
. Bowler, Mike, Language as a vehicle
of peace: alternative: many who teach
English to non-English speakers feel that
understanding and speaking other languages
would help eliminate conflict. En
The Baltimore Sun, 30 de marzo de 2003,
disponible en http://www.sunspot.net
. Discurso del rey don Juan Carlos
en la reunión del patronato del
Instituto Cervantes, el 15 de octubre
de 2002. Disponible en http://www.cervantes.es.
Discurso de Camilo José Cela en
el congreso internacional de la lengua
española de Valladolid y de Zacatecas
(y de Sevilla y...). Disponible en http://cvc.cervantes.es
. Marina, José Antonio, La
selva del lenguaje, Anagrama, Barcelona,
1998. ISBN 84-339-0569-4, p.166-167.
. Rituerto, R. M. De, EE. UU. concede
la nacionalidad a un soldado guatemalteco
muerto en Irak. En El
País, 28 de marzo de 2003.
. Información actualizada
de José Antonio Sirín Gutiérrez
R.I.P.. En http://www.casa-alianza.org/ES/ultimanoticia/chronologyEs.shtml
. Pew Hispanic Center, Summary
of findings: survey of Latino attitudes
on a possible war with Iraq. En
http://www.pewhispanic.org
. Marrero, Pilar, View from the
Latino side: the war for the frijoles.
En New
California Media On Line, 26 de
marzo de 2003, disponible en http://news.ncmonline.com
. An anti-war Latino group wants
end to recruiting of young Latinos.
En Eyewitness
News Newsroom, 26 de marzo de 2003,
http://www.wchstv.com/newsroom/nnews
(consultado en la versión caché
de Google el 28 de marzo de 2003).
. Cevallos, Diego, Iraq-Mexico:
Mexicans on the Front-Line. En Inter
Press Service, http://www.ipsnews.net/interna.asp?idnews=17296
. La biblioteca del Departamento
de Español carecía de títulos
en castellano: la Complutense y Solidarios
para el Desarrollo entregan 1.100 libros
a la Universidad de Bagdad. En http://www.campusred.net/campusdiario/20020408/sigue/sigue4.htm
(consultado en la versión caché
de Google el 31 de marzo de 2003).
. Espinosa, Ángeles, Una
ONG española entrega 1.500 libros
a una universidad iraquí.
En El
País, 21 de octubre de 2002.
. El español se abre camino
en Irak por encima de guerras, embargos
y conflictos internacionales. En
ABC,
28 de octubre de 2002.
. Peregil, Francisco, La entrada
en combate del marine Medina.
En El
País, 15 de abril de 2003.
. Peregil, Francisco, Los tiros
suenan muy cerca de mi casa. En
El País,
6 de abril de 2003.
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