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Decidí
a los 13 años que sería
periodista.
(Magia
y precisión de la lengua)
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Aprendo
mucho español cuando viajo a América.
(Grijelmo,
disfrutón del idioma)
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Estoy
enamorado de mi profesión, y el
periodismo tiene como materia prima las
palabras.
(Escritura,
oficio y pasión. Y la Academia...)
Decidí
a los 13 años que sería
periodista.
(Magia
y precisión de la lengua)
En los últimos años, el
periodista español Álex
Grijelmo (Burgos, 1956) ha publicado tres
libros imprescindibles para los aficionados
y los profesionales del idioma. Tres libros
de lectura obligada para quienes, como
él, trabajan con la lengua, buscan
conocerla y emplearla mejor, la sienten
como una íntima posesión
gozosamente compartida con millones de
personas, o se recrean en sus formas,
sus acentos y su latido plural. En ellos
-en El
estilo del periodista, Defensa
apasionada del idioma español
y La
seducción de las palabras-,
Grijelmo se ha revelado como un enamorado
del español con conocimiento de
causa, capaz de aunar inteligencia y sentimiento,
pasión y saber, el gusto por el
rigor y la propiedad lingüística
y una vocación irrenunciable de
disfrute con las cosas del idioma. Con
la magia y la precisión de las
palabras.
Todo ello queda también de manifiesto
en esta entrevista, que Grijelmo asiduo
ya de Cuaderno
de lengua*-
atendió la semana pasada por correo
electrónico y en una breve charla
en su despacho de Prisa Internacional,
en Madrid. En ella evoca el inicio de
su relación con la palabra, revela
sus preferencias en materia de literatura
y periodismo y asegura que el español
será el idioma del siglo XXI.
Si pasamos
un día envueltos en palabras como
problemática,
indicador
y optimización,
y al día siguiente decimos, oímos
decir, leemos o escribimos alcuza,
páramo,
tahona
y fresno...
El primero de
esos días es frío, no tenemos
dónde guarecernos y además
carecemos de abrigo. El segundo es cálido
aunque tengamos frío.
¿Qué
palabras tienen para ti un especial sabor
a infancia, a familia, a tu tierra de
Burgos?
¡Scalextric!
Ésa sí era una palabra mágica.
Deseaba un scalextric con todas mis fuerzas.
Pero nunca lo tuve. La palabra me parecía
tan enrevesada que podía imaginarme
dentro de ella la autopista enredada por
la que corrían los coches en miniatura.
Después me regalaron por Reyes
un Strombecker, pero no era
lo mismo: terminé usando la carretera
de plástico del Strombecker
para organizar carreras de ciclistas...
Después, por cierto, escribía
la crónica de las carreras emulando
a Simón Rufo, que era el periodista
del As que hacía las crónicas
de ciclismo. Otras palabras de mi infancia
son merengues (los de la confitería
Ibáñez, por supuesto) y
petisús (en este caso
los de Loste). De pequeño me entusiasmaban
los merengues, y ahora soy del Real Madrid.
A lo mejor la conexión sentimental
está en la palabra.
¿Hay
algún topónimo por el que
sientas un cariño especial o que
te parezca particularmente sonoro o evocador?
Me gustan mucho
Entrambasaguas (creo que en Cantabria),
Castronuño (Valladolid) y Cardeñajimeno
y Quintanamartingalíndez (Burgos).
Y también Entrambasmestas, pero
no recuerdo ahora en qué provincia
está. Me van los nombres largos
y compuestos. Curiosamente, en Madrid
viví muchos años en la calle
de Oña (que es un pueblo de Burgos)
y en la calle de Caleruega (que es otro),
casi esquina con Condado de Treviño.
No hay muchos pueblos burgaleses en el
callejero de Madrid, pero yo parezco buscarlos
todos para vivir en ellos.
Ternura,
susurro y ultramarinos:
esta fue tu respuesta cuando, hace un
año, El
Día de Valladolid os preguntó
a cien autores de Castilla y León
por vuestras tres palabras favoritas.
¿Por qué ultramarinos?
¿Qué sugerencias o evocaciones
despierta en ti esta palabra, que también
eligió en esa encuesta Andrés
Trapiello?
Sí, fue
curiosa esa coincidencia. No conozco a
Andrés, pero un día me gustaría
comentarlo con él. Yo veía
algo mágico en la tienda Ultramarinos
Casado cuando acompañaba
a mi madre a hacer la compra. Allí
se apilaban las mágicas cartillas
Spar donde ella pegaba los
puntos que luego permitían obtener
maravillosos regalos... para mí;
y los botes de Cola-cao, y los de Cafés
La Estrella, que nunca me compraba a pesar
del anuncio tan divertido que ponían
en la tele (ella sólo compraba
Eko). Y otras muchas marcas que aún
no salían por aquella pantalla
de 19 pulgadas en blanco y negro. Me gustó
la palabra ultra-marinos porque se suponía
que todo aquello llegaba del otro lado
del océano, tan lejano y desconocido
para mí. Ahora han desaparecido
las tiendas de ultramarinos, y a nadie
le parece mágico que algo llegue
del otro lado del mar. Se llaman ya hipermercado
o autoservicio. Pero todavía
quedan algunos ultramarinos. Hace poco
vi ese rótulo en México
y me pareció maravilloso: descubrí
que también nosotros tuvimos algo
que exportar.
¿Qué
otras palabras tuviste que descartar para
responder esa encuesta?
Descarté
palabra y caricia.
En una selección previa más
amplia también incluí mirada.
¿Cuándo
caíste rendido ante la
seducción de las palabras?
¿Fue primero el interés
por el periodismo?
Decidí
a los 13 años que sería
periodista, y a los 16 ya estaba escribiendo
en La
Voz de Castilla,
de Burgos, gracias a que me dio trabajo
José Apezarena, ahora director
de informativos en la COPE. Así
que mi relación con la palabra
es tan temprana que casi no recuerdo nada.
En tercero de bachillerato, con 14 años,
hacía una revista para los compañeros
de la clase, con dos amigos más.
Rellenábamos un cuaderno con fotos
pegadas, artículos, chistes, historietas
narradas, entrevistas a personajes del
colegio... y la crónica del partido
del Burgos del domingo anterior, de la
que me encargaba yo siempre porque para
eso iba al fútbol con mi padre.
Al principio la escribíamos a mano,
pero luego aprendimos a mecanografiar
los textos. Alquilábamos el ejemplar
a una peseta a cada compañero,
lo íbamos rotando y nos sacábamos
unas 20 pesetas a la semana. Eso era un
dineral.
¿Hay
algún antecedente familiar, algún
profesor al que recuerdes especialmente
por su capacidad para transmitirte el
amor por el idioma, por la lectura...?
Ya entonces
me influía mucho mi profesor de
lengua, don Luis Munguía. Para
mi decepción, hace un par de años
lo encontré y le comenté
que había aprendido mucho con él,
pero ni le dio mayor importancia ni pareció
recordar ningún interés
especial por mi parte hacia su asignatura.
En mi familia no supe de nadie que se
ocupara de las palabras... Hasta que conocí
la historia de un tal Domingo Grijelmo
que viajó a México en el
siglo XVIII y ejerció como periodista.
Más tarde sabría que la
famosa imprenta Grijelmo, de Bilbao, propiedad
de un primo lejano de mi padre al que
nunca conocí, fue fundada por otro
Grijelmo como parte de un periódico
donde se contaban las entradas y salidas
del puerto.
De La
Voz de Castilla, Álex Grijelmo
pasó a la agencia de noticias Europa
Press. En 1983 entró a formar parte
de la redacción de El
País, de cuyo Libro
de estilo es coautor, y en el que
trabajó dieciséis años,
diez de ellos como redactor jefe. Tras
dejar el periódico, se encargó
de la dirección editorial de los
diarios locales, regionales y latinoamericanos
del grupo Prisa, y desde mayo de este
año ocupa, en su división
internacional, la dirección general
de Contenidos, responsable de la coordinación
de los medios que tiene en América
este grupo de comunicación.
Aprendo
mucho español cuando viajo a América.
(Grijelmo,
disfrutón del idioma)
El periodista es cordial, cálido
y decidor, pero sin riesgo de empalago.
Parece gozar de una especial facilidad
para el entusiasmo, de una jovialidad
contagiosa, y tiene la risa y la sonrisa
siempre a punto, como floraciones de un
sentido del humor que no excluye la agudeza
del análisis o unas gotas de buen
acíbar crítico, cuando toca.
Un sentido del humor compatible con la
seriedad... con la que deben jugarse ciertos
juegos, como los del lenguaje. Porque
Grijelmo es un disfrutón del español,
un degustador de las palabras, un beodo
del idioma (Azorín) que se
recrea en todas sus expresiones y variedades,
y en las diferentes circunstancias en
las que se puede apreciar, ya sea en la
conversación amistosa, en la lectura
de unas páginas queridas o encarnado
en una voz con fondo de música.
¿Con
qué escritores disfrutas más
por su dominio del idioma? ¿Qué
libros recomendarías por la belleza
o la propiedad de su español a
un amante de la lengua?
Miguel Delibes
y Gabriel García Márquez,
por ese orden. En aquella encuesta de
El
Día de Valladolid
voté como mis tres novelas favoritas
El
amor en los tiempos del cólera,
Los
santos inocentes
y San
Camilo
(de Cela). Entre los más jóvenes
que ellos, Juan José Millás
me parece un genio. En poesía,
adoro a Gabriel Celaya. Y a Francisco
Pino. Y a un poeta maravilloso de las
letras y de la vida que se llama Tino
Barriuso. En cuanto al ensayo, tengo el
punto de mira muy desviado hacia la historia
de la lengua, la sociolingüística,
la psicolingüística, la comunicación
social y el periodismo... no soy nada
de fiar. Citaré a Eugenio Coseriu,
Walter Porzig, Gerry T. M. Altmann, Fernando
Lázaro, Rafael Cadenas, Humberto
López Morales, Manuel Alvar, Emilio
Lorenzo... Y para quienes se están
creyendo esa historia falsa de las lenguas
que construyen cada día ciertas
autoridades autonómicas y los profesores
controlados por ellas, recomendaría
leer a Rafael Lapesa, a Juan Ramón
Lodares, a Antonio Alatorre...
Si tuvieras
que destacar a algún periodista
que escriba en español aquí
o en América- por su destreza a
la hora de sacarle partido a los recursos
expresivos de la lengua...
Destacaría
a Joaquín Vidal, que nos acaba
de dejar. Sin duda. Y a Juanjo Millás,
tanto en sus columnas como en sus reportajes.
De los reporteros que escriben ahora en
los diarios, hay dos por encima de todos
en el universo mundo de habla hispana:
Francisco Peregil y Pablo Ordaz. Y también
Santiago Segurola, el mejor cronista deportivo
del idioma español.
¿Hay
algún diario o revista del ámbito
del español que consideres que
sobresale por su corrección lingüística?
Todos los citados
escriben en El
País,
así que la conclusión general
parece clara. Sin embargo, el periódico
está lleno de amaneramientos, defectos
de lenguaje y de titulación, extranjerismos,
clonaciones del inglés, errores
de puntuación... Lo que pasa es
que los demás aún están
peor. Conozco muchos diarios de América
también, y el mal se ha extendido
por igual. En México, me gustan
las columnas de Germán Dehesa.
Háblame
también de tus preferencias por
lo que se refiere al español...
cantado. ¿Qué cantantes
crees que dicen
bien la lengua, hasta el punto
de hacer patente -audible- su belleza?
En España
se está perdiendo mucho la prosodia,
tanto en locutores y presentadores como
en los actores y cantantes. Hastao
muy bien lo cabís cantao ahora,
les decía hace poco el presentador
de Operación Triunfo a los muchachos
que acababan de actuar, y lo decía
tapándose media boca con la mano,
en un gesto de muy poca profesionalidad
en el que cae con frecuencia. Pero respondo:
Alberto Cortez, Facundo Cabral... y casi
todos los cantautores latinoamericanos.
Y por supuesto, Marcos Mundstock, el portavoz
de Les Luthiers.
Lenguaje y
música, gramática y solfeo,
frases y melodías, palabras y acordes...
Con cierta frecuencia has recurrido a
esta comparación. ¿La música
y la lengua son para ti aficiones o placeres
paralelos?
Son placeres
que se cruzan, no son paralelos. Las palabras
tienen música, y las canciones
tienen letra. Es una de mis mayores aficiones,
y formo parte de un grupo de música
tradicional castellana con unos amigos
de Burgos, el grupo Orégano. Hemos
grabado dos discos, hace años.
Entonces recogíamos por los pueblos
canciones a punto de perderse. También
componemos letras y músicas nuestras,
basadas en ritmos tradicionales castellanos.
El grupo se formó en 1977, y aún
seguimos los siete fundadores. Estamos
preparando ahora un disco con músicas
nuestras sobre textos de poetas castellanos.
¿Eres
de los que se recrean oyendo hablar a
un ecuatoriano o a un uruguayo, a un mexicano
o a un colombiano, sólo por el
gusto de apreciar sus acentos, su forma
particular de emplear la lengua común?
¡Por supuesto!
Estoy de acuerdo en que la lengua española
es la suma de todas las maneras de hablarla.
El acento de un ecuatoriano también
es mío, lo quiero heredar como
heredo toda la cultura literaria y vital
de Latinoamérica. Siempre digo
que aprendo mucho español cuando
viajo a América. Y ahora estoy
aprendiendo mucho, porque voy con frecuencia
por razón de mi trabajo: paso en
América una semana de cada mes.
Alguna vez
has dicho que te encantan las peculiaridades
mexicanas, especialmente sus neologismos.
¿Qué variedades americanas
del idioma prefieres?, ¿con cuáles
disfrutas más?
Los mexicanos
tienen una gracia especial. Son los sevillanos
de Latinoamérica. Los adoro. La
primera vez que me dijeron ¿qué
hubo, buey? casi me muero de risa.
Pero a la vez tienen palabras tan tiernas
como apapachar o achicopalarse;
y tan descriptivas y divertidas como mi
pioresnada para referirse al novio.
Y en España...
Me gustan todos
los acentos, incluido el de los catalanes
cuando hablan español, que a tanta
gente desagrada, pero mi preferido quizá
sea el acento canario. Claro que el habla
que siento más cercana, por ser
la mía, es la de mi tierra, la
de Burgos y Castilla.
Estoy
enamorado de mi profesión, y el
periodismo tiene como materia prima las
palabras.
(Escritura, oficio y pasión)
Cuando le menciono el éxito que
están teniendo sus libros, Álex
me cuenta que, además de las reimpresiones
españolas y de las ediciones de
bolsillo, Defensa
apasionada... y La
seducción... acaban de imprimirse
también en México para atender
la demanda que hay en ese país
sin tener que llevar ejemplares de España:
y es que parece que allí se están
vendiendo como pan caliente.
Pero lo que más le emociona es
que El
estilo del periodista se use como
libro de texto en casi todas las facultades
de periodismo españolas e hispanoamericanas.
¿Estás
preparando algún nuevo libro?
Estoy ordenando
y ampliando unos textos que he publicado
durante dos años en varios periódicos
regionales. Llevaban por epígrafe
La
punta de la lengua.
Y así se llamará el libro.
Son comentarios divertidos (o eso pretendí)
sobre diversos errores habituales en el
lenguaje de los medios de comunicación.
Tengo en la cabeza otro ensayo sobre lenguaje,
pero no me atrevo todavía a contar
nada porque no estoy seguro de que pueda
hacerlo realidad. Debo madurarlo.
El gusto por
narrar historias propio de tantos periodistas
y el amor por la lengua ¿te han
llevado alguna vez a intentar el paso
a la literatura, a escribir relatos, poesía...?
He escrito mucha
poesía. La sigo escribiendo, pero
la escondo. A decir verdad, algún
poema mío está en algún
cajón ajeno... legítimamente.
Pero nunca guardé copia. He empezado
una novela, y hace meses que no paso del
segundo capítulo. Tengo por delante,
en la sala de espera, los dos libros sobre
lenguaje a los que me he referido antes.
Pero no doy abasto.
No doy abasto, repite Grijelmo
en la conversación que mantenemos
en su despacho de la Gran Vía madrileña,
justo enfrente de la Casa del Libro. Cada
vez tiene menos tiempo para participar
en jornadas, cursos o seminarios, aunque
en las próximas semanas volverá
a colaborar con la escuela iberoamericana
de periodismo de García Márquez.
Su cargo, de nueva creación, le
exige un seguimiento continuo de los medios
del grupo Prisa en Chile, México,
Bolivia...: son diarios y revistas, emisoras
de radio y cadenas de televisión.
Además, están los frecuentes
viajes... La dirección general
de Contenidos, me explica, debe
procurar que haya una coherencia de estilo
entre todos esos medios, buscar entre
ellos sinergias, promover productos comunes...
Ahora estamos preparando tres nuevas cadenas
de radio panamericanas.
Se le ve ilusionado con su nuevo trabajo,
como también lo está con
la carta que acaba de recibir de Chile:
en ella, un profesor universitario le
cuenta que recomienda a sus alumnos El
estilo del periodista, y le adjunta
un libro suyo que ha mandado encuadernar
en tapa dura con esta leyenda: Ejemplar
exclusivo para Álex Grijelmo.
No son pocos los que le consideran un
maestro, y muchos se refieren a él
de esa manera. Pero alguna vez ha reclamado
para sí otra estimación,
con cita de Pedro Salinas: Mis títulos
no son de sabio, son de enamorado.
Haro Tecglen
dijo de ti: Cuando tenga setenta
u ochenta años será académico,
y Raúl del Pozo escribió:
Álex Grijelmo, que ya debería
ser académico... ¿Te
ves en la Academia algún día?
Cuando me preguntan
eso, suelo decir: Yo ya he entrado
en la Academia. Lo malo es que salí
dos horas después. He estado
alguna vez allí, charlando con
Fernando Lázaro, antes, o con Víctor
García de la Concha, ahora. Pero
siempre he salido luego. Es la diferencia
entre entrar e ingresar,
claro. Pero el diccionario no parece reconocerla,
por cierto, porque dice que ingresar
es entrar en un lugar (como
si fuera lo mismo ingresar en un hospital
que entrar en él). Se me ocurren
muchísimos nombres antes que el
mío para ingresar en la Academia.
Es verdad que apenas hay periodistas (sólo
Cebrián y Anson), lo cual resulta
paradójico teniendo en cuenta que
la Academia se fija tanto en el lenguaje
periodístico (sobre todo en el
malo, que va incorporando al diccionario,
lamentablemente). A mí me gustaría
ver en la Academia a Eduardo Haro, a Raúl
del Pozo (y no es porque los hayas citado
en relación con esto), me habría
gustado ver a Joaquín Vidal...
Sí creo que hacen falta periodistas
ahí. Y claro, también desearía
que estuviera Juanjo Millás, por
no hablar de Javier Marías o Manuel
Rivas o Gustavo Martín Garzo...
Y, por su obra, debiera estar Umbral,
pero la verdad es que no parecen apreciarle
mucho los académicos como compañero
de mesa. A algunos de ellos los ha insultado,
y eso tiene sus consecuencias.
En tu relación
con el idioma tal vez no sea posible separar
la consideración profesional del
apasionamiento del enamorado...
Todo lo que
hago profesionalmente lo hago también
con las tripas. No sé separar mis
oficios de mis aficiones. Estoy enamorado
de mi profesión, y el periodismo
tiene como materia prima las palabras.
Hasta me aproveché de mi pasión
por el fútbol cuando fui redactor
jefe de Deportes en El
País,
o cuando empecé en La
Voz de Castilla
con José Manuel Páramo como
jefe. La única pasión de
la que no he sacado provecho profesional
ha sido la música: pero me conformo
con recordar que se liga mucho, después
de cada actuación.
Para terminar, le pido a Álex
Grijelmo que describa el idioma español
de acuerdo con su historia, su léxico
y su fonética, su situación
internacional... y también la percepción
personal que tenga de él. ¿Cómo
es el español? Rico, matizado,
musical, profundo, histórico, claro,
sentimental, oloroso, hermoso, resonante,
responde. Y lanzado hacia el futuro,
añade enseguida. El español
será el idioma del siglo XXI.
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