Cuaderno de lengua: crónicas personales del idioma español

n.º 12, 18 de noviembre de 2002. Majadahonda (Madrid)

Recuento de octubre

(el español a ritmo de cumbia)


Victoriano Colodrón Denis
 
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Decía Carmen Martín Gaite que uno cuenta lo que ha vivido, lo que ha visto, lo que ha soñado o lo que le han contado. De todas esas fuentes (o casi) se nutre el cuento de esta crónica, un cuento que es un recuento, a ritmo de cumbia, de los principales sucesos relacionados con el español el pasado mes de octubre. A ritmo de cumbia (uno-dos-uno, dos-uno-dos), con sabor a melcocha de vapor y un marcado acento colombiano..., luego se verá por qué.

El día 15 se reunió en Madrid el patronato del Instituto Cervantes, presidido por el rey Juan Carlos, para inaugurar el nuevo curso académico. En los discursos de rigor, se insistió de forma llamativa en la importancia de reforzar la presencia del español en Europa, objetivo principal para los próximos doce meses. Jon Juaristi, director del Instituto, explicó que “el español debe prepararse para ocupar en esta Europa ampliada y multilingüe el lugar que le corresponde, porque es una de las escasas lenguas de nuestro continente que goza de auténtica difusión internacional” [1], y anunció la próxima apertura de nuevos centros en Berlín y Lyon, y más adelante en Budapest y Estocolmo, además de Aulas Cervantes en Bratislava y Liubliana. Después, el rey Juan Carlos formuló un objetivo ambicioso, de más que improbable consecución, cuando propuso “lograr que el español ocupe en Europa, y en las instituciones comunitarias, el rango que le corresponde como gran lengua de comunicación internacional” [2].

Curiosamente, el presidente Aznar no le entró a ese trapo europeo en su discurso. Que, por otra parte, hay que reconocer que no estuvo del todo mal, porque a pesar de algunas afirmaciones difícilmente defendibles (“tener un idioma común [a uno y otro lado del Atlántico] nos obliga también a definir y alentar objetivos y capacidades comunes”, la cursiva es mía), reconoció responsabilidades ligadas a la enseñanza del español en el extranjero que no suelen mencionarse: “El porvenir de nuestro idioma obliga también a mejorar el insuficiente nivel actual de la educación... Podemos trabajar por la expansión de nuestro idioma en el mundo, pero sería inútil emprenderlo sin evitar que los mismos españoles más jóvenes comprendan mal lo que leen, o sufran dificultades a la hora de escribir”. Otra cosa es que pueda interpretarse esta afirmación en el contexto político de la reciente (y polémica) aprobación en España de la nueva Ley de Calidad de la Enseñanza.

Cuando entré en el sitio web del Instituto buscando más información sobre la reunión del patronato, me llevé una sorpresa, porque hacía ya algunas semanas que no lo consultaba: lo encontré completamente remozado, con una presentación más limpia y moderna y una nueva estructura, más clara y también más adecuada para mostrar de forma destacada los contenidos novedosos. Sin duda, una mejora sustancial respecto a la versión anterior del sitio, cuya sección de novedades, por cierto, llevaba muchos meses sin actualizarse. Una sola inquietud me quedó: la de la posible confusión de quienes lo visiten sobre el propósito de este web institucional, y sobre sus contenidos y servicios, en relación con los del Centro Virtual Cervantes [3].

Mientras en Madrid se inauguraba el curso académico del Cervantes, este cronista participaba en Varsovia, por motivos de trabajo, en una reunión internacional de varios días. Y de allí se trajo la sorpresa de comprobar que muchos de los asistentes hablaban español, incluidos algunos de los que, en principio, menos cabría esperarlo: el representante islandés, además del brasileño; el delegado francés, pero también la finlandesa; un inglés y dos belgas, un suizo, un holandés y casi todos los estadounidenses. Por no mencionar al colega esloveno, que aseguraba tener el propósito de empezar a estudiar español muy pronto, y a la sudafricana, a quien le parecía un idioma muy sensual... No es raro encontrar en los medios referencias al creciente interés por el español en todo el mundo, pero cuando tiene uno muestras tan evidentes del fenómeno, no dejan de sorprenderle. Eso sí, la reunión de Varsovia transcurrió en inglés, sin concesiones, y el español, como el francés, quedó relegado a los almuerzos y los pasillos. En fin, nada nuevo.

Antes, a principios de mes, había tenido lugar en la República Dominicana la reunión anual de ministros de cultura de los países iberoamericanos, que acordaron, entre otras cosas, “recomendar a los gobiernos respectivos que apoyen la actuación de las Academias de la Lengua Española en su actividad nacional, y de modo especial en el ámbito hispanoamericano; e igualmente que respalden la actuación de las Academias de las lenguas indígenas” [4]. Otra recomendación con que se regalaron a sí mismos fue la de invitar a las academias del portugués y de las lenguas indígenas a la Conferencia Iberoamericana de Cultura del año próximo, pero el texto de las conclusiones no especifica para qué.

Volviendo a España, el día 16 se le concedió a José Álvarez Junco el Premio Nacional de Ensayo de este año por su libro Mater dolorosa: la idea de España en el siglo XIX, en cuyo prólogo declara: “Tampoco voy a negar que me identifico con la cultura en la que nací y me criaron, que me gusta, por ejemplo, mi lengua, que procuro cuidarla y haría lo que pudiera por prolongar su vida si un día la viera en peligro” [5]. Unos días después, ya en noviembre, Juan Francisco Fuentes recordaba en El Cultural que Sabino Arana se refirió en una ocasión al castellano, para denigrarlo, como “el idioma del liberalismo”. El historiador opinaba que este es el cumplido más hermoso que se le ha hecho a nuestra lengua [6]. A mí esa expresión de Arana me trajo a la memoria, por curioso contraste, la que empleó hace unos años Arzallus, el presidente del Partido Nacionalista Vasco, para abrir un discurso en algún pueblo de Euskadi: “Os hablaré en la lengua de Franco”, dijo, “para que podáis entenderme”. Glosar esta frase como sería preciso, atendidendo a sus múltiples implicaciones e intentando desmontar el complejo entramado de falsedad, desprecio y demagogia que contiene, sería tarea larga y difícil, desde luego no para acometida en esta humilde crónica, que además de quererse concisa se sabe incompetente para vuelos tan altos.

Octubre con acento colombiano

Pero ninguna de estas noticias del mes pasado puede compararse en importancia, por lo que se refiere al español, con el que sin duda es el gran acontecimiento del idioma desde hace unas semanas: la publicación, el día 10, de Vivir para contarla, el primer tomo de las memorias de Gabriel García Márquez. Gracias a ese libro magnífico, octubre ha tenido un marcado acento colombiano para los muchos hispanohablantes de fuera de Colombia que, nada más aparecer en las librerías, nos apresuramos a zambullirnos en sus páginas. En ellas nos esperaba, como descubrimos enseguida, “un verdadero festival del lenguaje, la gran cumbiamba del idioma, el parrandón de las frases, el paraíso terrenal de los dicharacheros”, como ha escrito el periodista colombiano Juan Gossaín en un precioso artículo sobre el libro [7].

Y el placer de internarse en ese cuento que con más de quinientas páginas se hace corto, ha estado inseparablamente unido a otro placer: el de saborear las palabras y expresiones desconocidas para después escudriñar su significado. Porque con esta nueva obra, García Márquez nos ha puesto de nuevo, a muchos amantes de la lengua y degustadores de su escritura, a rebuscar en el diccionario, a hacer que eche humo el inevitable Google, a consultar por correo electrónico a los amigos colombianos... Precisamente el artículo de Gossaín se propone “lanzar el anzuelo en la torrentera de esa catarata amazónica” que es la prosa del maestro, para pescar algunas de sus “claves secretas, guiños verbales, códigos cifrados”, y de sus redes va sacando, para mostrárnoslas y ponderarlas, joyas como botamen (p. 35), lampazo (36), conduerma (189), famina (194) y averío (213).

En el diccionario de la Real Academia también puede haber capturas provechosas para quienes tengan la paciencia necesaria: chaperona (86), calillas (91), totuma (100), cachucha (108), biche (125), embolatado (186)... Y tumbaburros (74), que significa “diccionario”, aunque Gossaín dice no haberlo encontrado en él, tal vez por no haber consultado su última edición, a la que se incorporó por primera vez junto con otros miles de americanismos. Por cierto, el periodista afirma que tumbaburros es un costeñismo colombiano, pero la Academia lo describe como mexicanismo y, si de algo vale el dato, este cronista tiene testimonios de uso del término en Málaga, hace sesenta años (la Málaga española, no la del departamento de Santander, en Colombia), para referirse a todo libro especialmente voluminoso.

Pero el tumbaburros académico no define otros términos que emplea Gabo, y que sólo por eso no debería excluir de su próxima versión, así que deja sin respuesta algunas de las preguntas del lector curioso. ¿Qué significará racamandaca (457)?, ¿qué será sobreponerse a la jiba (274) o pasar por un cedal (496)?, ¿a qué sabrán las papas nevadas (240) y cómo sonarán las canciones de la guacherna (116) que traían de sus viajes los acordeoneros guatacucos (213)? [8]

Música de acordeón, de tamboras y bombardinos, música de tiples y redoblantes, de congas y guacharacas... y de voces de inconfundible sabor colombiano, acompañadas también de guitarras eléctricas. Esta ha sido la música de mis últimas semanas, mientras recorría la Colombia de Vivir para contarla, por los pueblos de la Provincia, en el silencio respirable como el mismo aire de la costa caribe y bajo las tristes lloviznas de Bogotá, Magdalena arriba y Chocó adentro: la música de Juanes (que terminando octubre declaró en Madrid “Amo el español y la sonoridad de sus palabras; no me planteo, por el momento, grabar en inglés”) y la música de Cabas, el Lenny Kravitz de Barranquilla, que reinterpreta con fidelidad irreverente (¡esas descargas guitarreras!) la puya y el chandé, el porro aporreao y el porro tapao, el raspón, el fandango y el bullerengue.

Y la cumbia, claro. El ritmo de cumbia con el que empezó este recuento de octubre (uno-dos-uno, dos-uno-dos) y que ahora va a ponerle punto final, con la voz de Cabas y los versos del maestro Lucho Bermúdez: “Colombia, te quiero, te adoro, te siento: Colombia, tierra querida”.

 


Notas

[1] Esta y las siguientes citas de los discursos de la reunión del patronato del Instituto Cervantes están tomadas de su sitio web: http://www.cervantes.es/seg_nivel/institucion/GabiExtMemoReunionAnualPatr.jsp

[2] Sobre esta cuestión, “¿Guerra de lenguas en Europa?”, en Cuaderno de lengua: crónicas personales del idioma español, n.º 5, 28 de febrero de 2002. En http://cuadernodelengua.com/cuaderno5.htm

[3] La portada común de los dos está en http://www.cervantes.es. Desde ahí se accede tanto a la parte institucional, cuya dirección específica es http://www.cervantes.es/portada_b.htm, como al Centro Virtual, en http://cvc.cervantes.es

[4] Las conclusiones de la VI Conferencia Iberoamericana de Cultura pueden leerse en http://www.oei.es/vicic/viciccon.htm

[5] Mater dolorosa: la idea de España en el siglo XIX. Taurus, Madrid, 2001. ISBN 84-306-0441-3. Tomo la cita de Arcadi Espada, que la reprodujo en el texto con el que acompañaba la entrevista que le hizo a Álvarez Junco para El País días después de la concesión del premio.

[6] “Cómo nació la idea de España: Álvarez Junco, Javier Fernández Sebastián, Antonio Morales Moya y Juan Francisco Fuentes debaten el nacimiento de la conciencia nacional”, en El Cultural, 7-13 de noviembre de 2002. En http://www.elcultural.es/html/20021107/Letras/Letras5736.asp

[7] Gossaín, Juan, “La gran parranda del idioma: breviario para disfrutar a García Márquez”, en http://www.eltiempo.com/PROYECTOS/gabo/EXPER/expertos/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-176783.html

[8] La respuesta a alguna de estas preguntas puede encontrarse en el riquísimo, sabroso y muy simpático “Costeñol versus español” de José Elias Cury Lambraño, redactado para demostrar que el “costeñol” es “un dialecto con toda la barba, bifronte y bivalente bidimensional” y con sus variedades diatópicas y diastráticas: el “costeñol indiano”, el “afrocosteñol”, el “costellano” y el “corronchol”. Está en http://www.banrep.gov.co/blaavirtual/letra-c/cost/indi.htm y conviene no perdérselo.

 
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