Al principio del verano,
tomando café en un bar, una amiga
me dio la noticia: ¿Sabes
que el español ha sido declarado
lengua oficial africana?. No era
para tanto, claro, no podía serlo.
Pero no dejaba de llamar la atención
que se hubiera incluido a nuestro idioma
entre las cinco lenguas oficiales de la
Unión Africana, en la conferencia
internacional en la que se había
constituido este organismo de cooperación
entre los países del continente,
heredero de la Organización para
la Unidad Africana (OUA). De esa forma,
el español se sumaba al inglés,
el francés, el portugués
y el árabe, que ya tenían
la condición de lenguas oficiales
en la OUA.
Fue Guinea Ecuatorial el país
que promovió esta insospechada
oficialidad africana del español.
En la reunión de ministros de asuntos
exteriores previa a la cumbre, celebrada
en Lusaka (Zambia) del 9 al 11 de julio,
el ministro ecuato-guineano, Santiago
Nsboeya, empleó el argumento de
la importancia de nuestra lengua como
instrumento de comunicación internacional,
defendiendo la idea de que si África
quiere encontrar su sitio en el mundo
global, no puede olvidar una lengua que
es una de las más habladas del
planeta. Después declararía
que la decisión había constituido
un éxito clamoroso
de la diplomacia de su país.
Algunos pensarán que el hecho
se explica por la buena salud de la que
goza nuestro idioma, y lo considerarán
un signo más de su creciente presencia
y expansión internacional, un éxito
añadido a sumar en ese proceso.
Otros, más escépticos o
tan sólo más cautos, verán
en esta interpretación un triunfalismo
injustificado. El uso real del español
en los organismos internacionales en que
es lengua oficial no siempre se corresponde
con esa condición: lo normal es
que no se lo considere lengua de
trabajo de esos organismos. Por
ello, en la práctica suele quedar
relegado a un segundo plano, que sólo
garantiza la posibilidad de emplearlo
en actos solemnes y reuniones de muy altos
cargos, además de la traducción,
con mayor o menor retraso desde que se
redactan, de algunos documentos originalmente
escritos en inglés u otros idiomas.
Cuando comentaba esto con mi amiga, la
que me había dado la noticia ligeramente...
abultada, ella formuló otra observación,
creo yo que muy pertinente. Lo que
me parece realmente contradictorio,
me dijo, es que el español
vaya a ser lengua oficial en ese organismo,
y por otra parte esté en una situación
real tan precaria en los pocos sitios
de África en los que sobrevive
todavía.
Me acordé entonces de lo que una
vez dijo y escribió Rafael Rodríguez-Ponga:
que el español es una realidad
en África, una realidad modesta
pero apasionante por la riqueza de situaciones
que presenta. Se lo expliqué a
mi amiga: Rodríguez-Ponga, actual
secretario general de la Agencia Española
de Cooperación Internacional, había
pronunciado esas palabras en la inauguración
de las jornadas sobre la lengua y la literatura
españolas en África celebradas
en Melilla en 1997, y un año después
quedaron recogidas en el volumen en que
se publicaron las ponencias allí
presentadas [1].
De la lectura de algunas de esas páginas
se deduce que esa realidad modesta podría
mejorarse; que no sólo hay margen
para ello, sino también algunas
bazas que jugar, tanto de tipo histórico
como económico, político
y cultural; y que en algunos países
y ciudades africanas existe un interés
por el español que habría
que satisfacer. Pero eso requiere un impulso
concreto, medidas de apoyo, un plan de
acción, una política activa...
Por cierto que Rodríguez-Ponga,
que promovió la organización
de esas jornadas cuando era director general
de Cooperación y Comunicación
Cultural del Ministerio de Cultura, había
cursado visita oficial a Obiang, en Malabo,
en representación del Gobierno
español, pocos días antes
del alumbramiento de la UA con la para
muchos sorprendente decisión sobre
nuestro idioma. ¿Mera coincidencia?
Por cierto, ¿será verdad
que Obiang es uno de los jefes de Estado
que inaugurarán el II Congreso
Internacional de la Lengua Española,
en Valladolid, el próximo octubre?
No me resisto a dedicarle unas líneas
más a Rodríguez-Ponga, filólogo
de declarado amor por la lengua, que en
su etapa en el Ministerio de Cultura fue
miembro del Patronato del Instituto Cervantes,
y que entre otros temas se ha interesado
por las huellas hispánicas en el
Pacífico
[2]
o por la universalidad del español
[3].
Aquella conversación de principios
de verano, tomando café, pronto
derivó hacia otras cuestiones e
historias africanas. Se habló sobre
todo de inmigración y de pateras,
y por contraste alguien se burló
de los llamados deportes de aventura
y de quienes los practican, incapaces
de disfrutar de la Naturaleza sin convertirla
en escenario de emociones de cartón
piedra. Se contaron historias de safaris,
se recomendó el excelente libro
de Kapuscinsky, Ébano,
y se reivindicó un poco la africanidad
de España, o sus restos. En cualquier
caso, la charla no se detuvo para resolver
la perplejidad que podía haber
provocado la curiosa posición que
ocupa el español en África,
de acuerdo con lo que habíamos
ido comentando: entre la precariedad que
denunciaba mi amiga; la modestia, la riqueza
y la variedad de las que hablaba Rodríguez-Ponga,
y la recién adquirida oficialidad
internacional de alto nivel. Que no deja
de ser una buena noticia, después
de todo.
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Notas
[1]
La
lengua y la literatura españolas
en África
(ed. Celia Casado-Fresnillo). Sociedad
Pública V Centenario de Melilla,
Melilla, 1998.
[2]
Por ejemplo, en La lengua española
en Oceanía, publicado en
la Revista
Americana Francisco de Vitoria
(disponible en http://forum.fvitoria.com/c27ponga.htm),
y en El español en nuestras
antípodas, publicado en Nueva
revista de política, cultura y
arte, n.º 74, marzo-abril
de 2001.
[3]
El español, lengua universal,
en Nueva
revista de política, cultura y
arte, n.º 60, diciembre de
1998.
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