- Papá, ¿qué
es platicar?
Diego, que tiene seis años, lleva
casi media hora leyendo uno de los libros
que le ha traído papá de
México. De repente, emerge de la
lectura absorta y callada (hasta hace
dos o tres semanas leía siempre
en voz alta) para formular la pregunta.
-¿Qué es platicar,
papá?
El cronista ha participado, por motivos
profesionales, en la Feria Internacional
del Libro de Guadalajara [1],
que algunos consideran ya la más
importante del ámbito hispánico,
por delante de la de Buenos Aires y del
LIBER español. Si no por volumen
de negocio o por capacidad de convocatoria
de los distintos agentes del sector del
libro de los países hispanoamericanos,
sin duda se merece tal consideración
gracias a la riqueza y la variedad de
su programa profesional y de actividades
culturales paralelas, pero sobre todo
a causa de la calidez y la vitalidad de
su ambiente festivo.
Porque además de una importante
cita de trabajo para editores, libreros,
distribuidores y bibliotecarios, la Feria
de Guadalajara se abre a los lectores,
que no sólo pueden asistir a las
innumerables actividades que se programan
cada año, con una destacada participación
de autores, sino que tienen también
la oportunidad, nada desdeñable
en un país con tan exiguas y precarias
redes de librerías y bibliotecas,
de encontrar en los stands
miles de títulos y, lo que es más
importante, de comprarlos, por regla general
con descuentos especiales.
De sus nueve días de duración,
sólo los tres primeros está
la Feria reservada a los profesionales;
durante los seis restantes la afluencia
de público es espectacular, en
especial la del público infantil
y juvenil, normalmente en visitas organizadas
de grupos escolares. Así que habría
que hablar de un gran acontecimiento cultural,
pero también de una formidable
fiesta popular, de una multitudinaria
actividad de ocio familiar, a la que acude
la gente de paseo, a comprar libros, sí,
pero también a disfrutar de las
actividades y del ambiente festivo.
Guadalajara, una gran ciudad que conserva
cierto sabor provinciano, ofrece además
a los feriantes no pocos atractivos añadidos
a los estrictamente profesionales de la
Feria: la vitalidad y el bullicio de su
centro histórico; su arquitectura
colonial, con edificios de tanta belleza
como el Hospicio Cabañas, generoso
en patios de piedra y silencio; la artesanía
de Tlaquepaque y el tianguis o mercadillo
de Tonalá; los mariachis callejeros;
o la cantina La
Fuente, que frecuentaban Rulfo,
Arreola y otros escritores, y que hoy
acoge a un público diverso, en
su mayoría joven, que fuma y platica
a placer, coreando a pleno pulmón
las viejas canciones que entona un grupo
de músicos... Todo ello por no
mencionar las delicias de la gastronomía
(pozole, birrias de chivo, tacos de pollo
dorados, quesadillas de huitlacoche...)
y las variedades de tequila de calidad,
bebida originaria de la localidad jalisciense
del mismo nombre, que los profesionales
del libro degustan por la noche en los
restaurantes y los bares por donde se
prolongan la Feria, los encuentros, los
chismes y rumores, las pláticas...
- Papá, ¿qué es
platicar?
- Hijo, platicar
es...
Tanto se insiste en la consideración
del español como lengua común
de millones de personas de más
de veinte países, que es algo que
se olvida y se da por hecho. Por eso es
natural que a muchos les llamen tanto
la atención las diferencias entre
las distintas variedades que la lengua
presenta en ese ancho territorio, cuando
lo que debería sorprenderles es
su unidad.
Claro que existe una enorme variedad
dialectal en el ámbito del español
-bautizado por Carlos Fuentes como el
territorio
de La Mancha- pero es que lo mismo
sucede en parcelas sucesivamente menores
de ese espacio, en los países,
las regiones e incluso las ciudades que
forman parte de él: si aplicamos
la lente de aumento en ellas para una
observación detallada, encontraremos,
a otra escala, un grado similar de diversidad.
Pero más allá del despliegue
múltiple y diverso, y aun abigarrado,
de sus formas, sus cadencias y expresiones
-despliegue lleno de vitalidad, funcionalidad
y belleza-, lo que realmente maravilla
en la lengua española es la posibilidad
de entenderse con ella en tan ancho ámbito.
Frente a eso, frente a la utilidad real
del español para comunicarse, los
posibles malentendidos debidos a diferencias
léxicas, por reales que sean, se
quedan en anécdota, en historias
más o menos graciosas para compartir.
¿Una lengua común
que nos separa? Más de uno
ha aplicado ya al español plural
de las dos orillas del Atlántico
la conocida boutade,
atribuida a Oscar Wilde en relación
con el inglés hablado en Europa
y América. Pero en la resolución
de esta ingeniosa paradoja se imponen
la realidad y el peso de su primer término,
junto con la conciencia de que unidad
no significa uniformidad. En Guadalajara,
México, en su tercer viaje a un
país hispanoamericano, este cronista
ha vuelto a comprobar con asombro y admiración
la práctica inexistencia de problemas
para comunicarse, para entenderse, en
esta mancomunidad lingüística
del español (para referirse a esto
mismo, Caballero Bonald ha hablado alguna
vez de evidencia emocionante
[2]]),
sin dejar por ello de apreciar y degustar
las particularidades de la variedad mexicana,
tan sabrosas para el hispanohablante de
fuera.
Todo ello no quiere decir que el riesgo
de fragmentación no amenace la
unidad de la lengua española, como
sostienen algunos, acaso con más
voluntariedad que rigor y sin las precisiones
sociolingüísticas que el caso
requeriría, aduciendo razones más
o menos endebles como garantía
de cohesión: el hecho de que tengamos
una ortografía unificada o de que
la comunicación entre los países
hispanohablantes sea cada vez más
frecuente e intensa.
Lo que sí parece claro es que
en el nuevo siglo la lengua española
será americana o no será,
por evidentes motivos demográficos:
nueve de cada diez hispanohablantes viven
en América, como suele recordar
el director del Instituto Cervantes, Fernando
R. Lafuente (y, por cierto, uno de cada
cuatro es mexicano). También es
evidente la importancia económica
del español como materia prima
o recurso esencial de muchos negocios,
importancia asentada precisamente en la
unidad de la lengua. A este asunto, del
que son bien conscientes muchos editores
españoles, se dedicará de
forma monográfica el segundo congreso
internacional de la lengua española,
que se celebrará en octubre de
2001 en Valladolid, cuatro años
después de su primera edición,
que tuvo lugar en la ciudad mexicana de
Zacatecas.
Como no podía ser menos, también
la Feria del Libro de Guadalajara dedicó
un espacio al debate sobre la lengua española
como vehículo de comunicación
general y literaria. Una mesa redonda
con el título de El
español, lengua de ida y vuelta,
incluida en el programa de actos organizados
por el Ministerio de Cultura de España,
congregó a Fernando R. Lafuente,
Juancho Armas Marcelo, Jorge Edwards y
Alejandro Rossi.
Allí se dijo y así
lo ha contado Armas Marcelo- que el español
es una lengua franca, una lengua
de frontera, supervivencia y resistencia,
y también una lengua cargada
de futuros, que va y viene y en el camino
felizmente se entretiene; una lengua
que se habla y entiende de igual
manera, aunque con distinto cantar, con
distintos tonos y músicas, desde
Nueva York a Ushuaia, pasando por las
capitalidades de Buenos Aires, Bogotá,
La Habana o México; desde Galicia
a Canarias pasando por Madrid y Barcelona,
y también una lengua de ida
y vuelta, que cincelaron entre otros Unamuno
y Vasconcelos y que no es
en ningún modo una lengua nacional,
y, por tanto, nadie puede secuestrarla
bajo la máscara tribal de la frontera
y el nacionalismo.
- ¿Qué es platicar,
papá?
Platicar es... lo que miles de personas
han estado haciendo en la Feria del Libro
de Guadalajara, porque si a algo invitan
los libros y esta ciudad es a eso, a platicar,
hasta el punto de que el escritor mexicano
José Agustín se ha referido
a la Feria como a una inmensa platicadera.
Platicar, con palabras de ida y vuelta,
en esta lengua mestiza, de viajeros y
emigrantes, en esta lengua policéntrica,
transatlántica, límpida
e impura.
Feria de Guadalajara: mercado y cultura,
fiesta y sensibilidad, literatura y entretenimiento,
hervidero bullicioso de niños y
jóvenes en un país de niños
y jóvenes, inteligencia y espectáculo,
saber y sabor, inmensa platicadera, capital
de la lengua española...
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